Riñas de gallos – 1810 – Ricardo M. Llanes.
Minucioso relato de Llanes, recopilado por Alvaro Abós, para El libro de Buenos Aires, en que se observa casi cinematográficamente y en pocas palabras, el cambio de costumbre que se necesitaba para ir erradicando algunas actividades nocivas, tanto para los animales, como para incrementar los disparadores del delito.
Durante el periodo colonial y aún muchos años después de la Revolución de Mayo, la población practicaba las riñas de gallos, Casi con pasión. Se reunían los aficionados, formando rueda junto a un cerco improvisado, muchas veces compuesto por sus mismos ponchos, que sostenían en sus manos; mientras peleaban los animales dentro del redondel, Cruzaban sus apuestas los jugadores.
Esta diversión es muy antigua y al parecer se inició en Grecia en la época de Temístocles. De ahí pasó a Roma y luego a España, de donde la introdujeron en América los Conquistadores, como trajeron las corridas de toros y otras diversiones y juegos, que se practicaban en la Península. Se ignora la época en que ocurrió, pero se Calcula que fue cuando introdujeron las aves de corral, que aquí no existían.
Los primeros reñideros, según parece, estuvieron en Cuba; luego pasaron a México; más tarde al Perú. Posteriormente a la Argentina, pero siempre y en todas partes fue objeto de protestas y prohibiciones.
Cuando el general don José de San Martín se encontraba en el Perú y comenzaron a organizarse las instituciones bajo un régimen democrático, se dio un decreto por el Gobierno Delegado, fecha 16 de febrero de 1822, disponiendo entre otras cosas relacionadas con el espíritu de moral que debe regir las Costumbres de un pueblo, que “se abolía el juego de gallos”. En Buenos Aires, como en otros sitios de nuestro país, estuvieron permitidas las riñas y se percibían derechos. La primera Casa con instalaciones en regla y de carácter permanente parece que fue la de un español de nombre Juan José de Alvarado, hacía el año 1767, en un local situado a inmediaciones del “Hueco de Monserrat”. Fuera de este local se organizaban riñas en diferentes lugares, sin ninguna clase de impedimentos, ya que estaba permitido ese espectáculo, y si se realizaban clandestinamente era sólo para eludir el pago de las patentes o impuestos establecidos por el Cabildo, que corrió Con ello hasta 1821 Y desde esta fecha estuvo a Cargo dela Policía.
Un autor menciona, hablando de la supresión de las corridas de toros y la continuación de las riñas de gallos, que “esa medida, aunque aplaudida por los más, no dejó, por oportuna que ella fuese, de producir descontento en muchos de los habitantes. La Civilizaciónnos ha traído en Buenos Aires la abolición de las Corridas de toros, pero existe aún, a despecho de ella, el no menos bárbaro entretenimiento, si bien menos peligroso para el hombre, de la riña de gallos”.
Uno de los tantos viajeros ingleses que visitó a Buenos Aires en los primeros años de nuestra independencia, ha descrito en un libro sus impresiones acerca de esta diversión, diciendo entre otras Cosas: “Junto a las puertas de las casas de la gente pobre hay siempre un gallo atado ai la pata, lo que demuestra que las riñas deben ser diversión muy difundida”. Luego manifiesta que nunca se sintió atraído por concurrir a uno de los lugares donde se efectuaban riñas.
Uno de los últimos reñideros autorizados que existió estuvo en el barrio de Monserrat, Calle Venezuela ng 745. Era propiedad de don José Rivero y se hallaba instalado con suficientes Comodidades para que el público pudiera presenciar el espectáculo. Constaba de palcos y gradería de entrada general. La firma Plaza y Cía. tuvo un reñidero en la calle Santo Domingo 150 (actualmente Venezuela), próximo a Buen Orden, que fue clausurado en 1885, como consecuencia de la sanción de la ley de protección el los animales. En la calle Tacuarí, entre Chile y México, existía un reñidero en el año 1855, propiedad de un tal Miguel Masías.
La afición a las riñas de gallos y la cría de animales aparentes para esta diversión, contaba con personajes bien conocidos, entre los que se hallaban los generales Pacheco, Hornos, Lagos, Coronel Rebución,. El gobernador de Córdoba, don Benigno Ocampo, falleció en un reñidero en esa Ciudad, y el general Benavídez fue preso en una casa de esa índole en San Juan, para ser llevado a la cárcel donde fue asesinado el 23 de octubre de 1858.
Ricardo M. Llanes. (Buenos Aires, 1897-1980). Escritor dedicado a la rememoración del pasado de Buenos Aires sobre el cual publicó numerosos libros, entre ellos, La Avenida de Mayo: media centuria entre recuerdos y evocaciones, del que se ha tomado el texto reproducido, El barrio de San Cristóbal y Recuerdos de la ciudad porteña.