Así lo vivió la ciuidadanía en Buenos Aires.
Este es un testimonio gráfico que quedará en la historia de la República Argentina: El día en que los argentinos asistieron a la inauguración del papado por parte de un compatriota, un paisano, un cura cercano, un obispo amigo… el mismo de las polémicas frente a un gobierno y a otro, el consultor, el señalado, el terco que no quiere que nadie se ponga a su servicio. Bergoglio Papa. Papa Francisco. El Papa argentino. El Papa Latinoamericano, el Papa de la esperanza y el que a todos ya desconcierta. No es una humildad de postura. Parece que está decidido a hacer limpieza fuerte en el Vaticano.
Pero hay una limpieza importante que esperamos: volver a decir «perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores», cmo corresponde, en el Padre Nuestro y no «perdona nuestras ofensas». Hasta que no se reponga en la oración principal del Cristianismo el sentido real de las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña, la Iglesia no estará cerca de los pobres, como Francisco anhela.
Será ésta, quizás, la gran diferencia que el popular Juan Pablo II, quien era Papa cuando se corrigió el texto del Padre Nuestro, tenga con la popularidad que, a su vez, pueda proyectar a Francisco hacia un poder real en la Iglesia. Es un secreto a voces en todo el mundo que el cambio de «perdona nuestras deudas» a «perdona nuestra ofensas», (más allá de que alguna vez se haya considerado que la traducción de lo que Jesús había dicho significaba «ofender») fue una presión del universo banquero especulador cercano al Vaticano, por no sospechar directamente del Directorio del Banco Ambrosiano. Estaremos con este tema. Mucho. Es que una oración tan, tan importante predispone al que la pronuncia, de una manera diferente si dice un verbo u otro. Cualquiera lo entiende
Carlos Allo