Vivimos un tiempo en el que la lectura no está visible como la actividad más encontrada en los lugares públicos. Sin embargo, ya habíamos tenido la suerte de encontrar durante el último verano, precisamente en febrero a tres personas que disfrutaban de la lectura de libros elegidos en el mismo vagón de Subte en la Ciudad de Buenos Aires.
Aquí la Crónica de Diario 5 llamada LECTORES VIAJEROS
Lo que parece interesante es comprobar que la lectura, en realidad, no es una aactividad abandonada por todos quiene se ven libres de portar un libro por las calles y en los transportes públicos. La fascinante comprobación es que existen muchas personas como el señor que se ve en la fotografía, que estuvo, al andar de cuadras y cuadras viajando en el colectivo 50, «espiando» el libro de su compañera de asiento, que, al parecer, era de lo más interesante.
Sí, papá! Sí, chabón! Sí, loco! Leer está bueno! Y vaya redescubrimiento: leer libros es más práctico que cualquier lectura digital!
– Cómo? No puede ser!
Aquí, ante semejante afrenta a los volcanes activos y efectivos de la tecnología, el tecnófilo suspira ante su osado interlocutor que le espeta:
Un libro, para encenderlo no requiere de que se pulse ningún botón, arranca más rápido que cualquier i-Chot y obtiene una movilidad entre páginas sorprendente.
Evidentemente, el protagonista de la tarde en el colectivo 50 (que era observado desde el sector posterior del colectivo por unas 6 ó 7 personas que no salían de su asombro por lo descarado de su torcedura de cuello por seguir el hilo de la lectura como polizón) se dio cuenta. Ahora, si vamos a nuestros estantes (ni qué hablar si tenemos una biblioteca importante) seguramente nos podemos encontrar con un buen compañero de viajes en colectivo y subte. Recurramos a ellos. Estamos en condiciones de asegurar que se trata de una compañía placentera y que suele dejar muy buenos resultados en el estado de ánimo.