Miles y miles de graffitis en la ciudad de Buenos Aires y Partidos de los alrededores, más otros miles que superan millones en en todo el país. Siempre en paredes vulnerables. No por su capacidad de resistencia en la construcción, al contrario; suele ser un inmenso placer el que siente el grafitero al encontrarse con un muro elegante para arruinarlo con su estúpida leyenda. Eh, Zanotti! no sea resentido! Usted nunca fue joven?
Es decir que la juventud, para los facilistas, para los «progre» sin valores, los huecos, implica la opción abierta al «te la hice, te tocó, jodete». En mi nota «Los Graffitis deschavan tu ideología» marco la diferencia entre las ideologías (derecha e izquierda políticas) y esto energúmenos que entorpecen el desarrollo de las sociedades. También hablo de la codificación que se aplicaba en los tiempos iniciales en el uso de los graffitis con esmalte sintético en aerosol. Esa codificación, como la palabra lo determina, era lo que realmente se debe llamar «Tener códigos». Hoy, cualquier paparulo que por callarse cuando ve a su cuñado cuerneando a su propia hermana, considera que es un hombre con códigos. Los códigos se usan para que un perdedor que se ha esforzado no quede expuesto a la humillación de terceros (casi siempre necios). Código es no intentar transformar la frustración de otros en fracaso. Pero para eso hay que entender la diferencia entre ambas cosas y haberlas sentido en carne propia.
En la nota aludida, de la semana pasada, mencionamos el «derroche de derechos constitucionales». Y es cierto. Hoy se especula con mierditas para conseguir mierda: mandar a robar al pibe porque es menor de edad (ya que, incluso si mata al asaltado, no quedará pegado) y más sabiendo que el latero se va a entusiasmar si como premio le habilitan unos basokos, (ni qué hablar si pinta tiza posta).
La cuestión es que a la hora de agarrar el aerosol, estas fecalidades humanoideas eligen muy bien su lienzo para derramar su arte y procuran asegurarse la posterior impunidad, no porque alguna ley los vaya a hacer pagar su vandalismo en caso de que los atrape la policía, sino porque se aseguran de que no quedar al alcance del puñetazo del dueño de casa, de la patada en los huevos del nieto de la viejita dueña de la casa pintarrajeada o, incluso del eventual disparo de un secu-priv sacado.