En 2008, una encuesta-estudio arrojó como resultado que los británicos tenían a la ficción y a la realidad confundidas y entrecruzadas: decía que entendían que Winston Churchill, ex primer ministro de Inglaterra, era un personaje creado por un escritor y que sí existió Sherlock Holmes. Ya en 1938, Orson Wells se despachó con el relato de «La Guerra de los Mundos» y generó el pánico en la población de los Estados Unidos, ya que el relato anunciaba el mismísimo fin del mundo. El problema es que no por lo divertido que resulta burlarse de los ingleses y norteamericanos, nosotros les vamos en zaga.
El más significativo, gracioso y preocupante relato de confusión de realidad con ficción se lo había escuchado en 2009 a Roberto Carnaghi, ocurrido al salir de una función de Rey Lear, monumental versión argentina de un Shakespeare trabajada junto a otro pura sangre, Alfredo Alcón. Nos ubicamos en el tiempo: Roberto estaba encarnando a un oscuro personaje llamado Leandro, un todo servicio a las órdenes de su jefe, capomafia ultravillano al que le dio vida el recordado Oscar Ferreiro en la exitosa tira de TV Montecristo. Volviendo a la pieza teatral, el conde Gloucester, promediando Rey Lear, sufre la mutilación de uno y, finalmente, de ambos ojos. Carnaghi encarnó a Gloucester con actuaciones sublimes en cada función y una noche, una señora que lo vió salir del teatro le espetó: «está muy bien que le hayan sacado los ojos, porque Usted es un torturador». El actor contó esta perla del desconcierto de ubicuidad en la vida, con mucha elegancia y condescendencia por la nulidad de pensamiento ajena: «no pude conseguir, con mi actuación en escena, que la señora se olvide de Leandro».
Lo que muestra la imagen, tomada de los comentarios del Facebook del Banco de Galicia en 2013, probablemente haya disparado la certeza de que el manejo de la «vida pública» de los personajes de su campaña, Claudia y Marcos (Paola Barrientos y Gonzalo Suárez), fue posible arrimarlo tanto a la realidad, que desde la agencia Young & Rubicam, decidieron «lanzar a la prensa» la reconciliación de los personajes (¿¿??). El tema es que la Revista Caras, publicó un número anunciando el «Feliz momento de la pareja del Galicia». A esa altura de los acontecimientos, uno no sabía si felicitar a Y&R por el éxito de respuesta a su campaña o denunciarlos. Lo frustrante es, en el segundo de los casos: ¿denunciarlos ante quién y por qué? En ningún país del mundo, el aprovechamiento a distancia de la estupidez de personas, está considerado delito. Y en la Argentina sería inconstitucional. Hay un capitulito para la decisión de la Revista Caras y la Editorial Perfil que, en su campaña de «apoyos» (los comerciales que cuentan al público el contenido del último número) a Caras, no tuvieron el más mínimo prurito de hablar de Marcos y Claudia del mismo modo en que anuncian sus habituales notas con fotos sobre ricos, famosos y corruptos.
Hemos rescatado los comentarios de ese facebook del tiempo de «la pelea» de la pareja, para anticiparnos al, a nuestro criterio, absurdo nivel de efusividad, alegría y exaltación como parte de la reacción del publico, en la medida en que en los subsiguientes días el país estuvo enterado de la «buena nueva».
La confusión de realidad con ficción es uno de los símbolos claros de la falta de atención a la sociedad toda. Según la mayoría de los especialistas que han tratado este tema (Psicólogos y psiquiatras) le sucede a personas sólo concentradas en su entorno (casi siempre familiar), muy celosas y obviamente, al momento de suscitarse conflictos, absolutas negadoras de la realidad, pero con el peligroso aditamento que pueden encontrar, para esa realidad rechazada, un reemplazo basado en la ficción.
En 2010, el Papa Benedicto XVI , dijo que el aumento de la dependencia de los medios de comunicación de las imágenes, impulsado por el desarrollo sin fin de nuevas tecnologías, corre el riesgo de confundir la vida real con la realidad virtual. «Las nuevas tecnologías y los avances que traen puede hacer que sea imposible distinguir la verdad de la ilusión y puede conducir a la confusión entre realidad y realidad virtual», había advertido el anterior Papa. ¿Alguien le dio calce? De ninguna manera. Hay muchas fuentes de negocios perdidos con la piratería digital automática (música, videos, juegos) como para dejar de idear formas de facturación nuevas, incluso aunque esas novedades se basen denigraciones humanas. El efecto final sería: «¿no se da cuenta de le estoy contando una ficción y se la encajo como noticia? . No es mi culpa. Que compren mis personajes y después el producto, una cuenta en el banco «.
En la identificación de los llamados «Tipos de Mundo» en Literatura, existen dos premisas que para cualquier amante de las artes se establece como pauta tácita: 1. Todo texto literario es de carácter ficticio, por su subjetividad, aun cuando se trate de una historia basada en un hecho real. 2. Se establece un «Pacto de verosimilitud»: El lector acepta el mundo planteado por el narrador. Esto quiere decir que se da por sobreentendido desde la primera palabra de una obra literaria/teatral/cinematográfica/televisiva que cualquier confusión del espectador es de su propia responsabilidad. El problema puede surgir en que el generador del mensaje se aproveche de alguna eventual falla de su espectador en esa diferenciación de «los mundos» y pretenda hacer un negocio con la distracción del destinatario de su propia historia. Estamos ahí en una extraña forma de fraude, no pasible de castigo, pero sí vale que si otros nos damos cuenta, intentemos, al menos, hacerles pasar a los creadores de estas falsedades, la vergüenza que sus víctimas no sienten por ser presas mentales fáciles