La situación se repite tantísimas veces, cuando la sociedad se siente vulnerada o algo malo sucedió.
La costumbre de querer encontrar siempre un culpable no tiene por qué desarticularse, en la Argentina, si ni siquiera aparece alguien que le anuncie a los benditos habitantes de esta tierra, que sufren ese mal.
Cuando el relator omnisciente de La Pantera Rosa, le decía a la protagonista «Detesto decir ‘Te lo dije’, pero te lo dije», no imaginaba que en una circunstancia tan triste, con Diego recién fallecido, me iba a ver diciendo que no me gustaría -para nada- estar en los zapatos de nadie del entorno de Maradona.
Pero es la verdad. En realidad, lo dije por la inconciencia de su desagradable foto en la que el astro del fútbol aparece con una venda horrible y el joven Leopoldo Luque (encima tiene el mismo nombre de otra leyenda del fútbol argentino y amadísimo) sonríe jactanciosamente.
La discusión está abierta. Igual que las heridas de los fanáticos del Diego.
Pero, más allá de que haya una intervención de la justicia, el periodismo debe abstenerse de adelantamientos peligrosos en la observación acerca de una posible irregularidad en el trato y el tratamiento terapéutico de Maradona, en sus últimos diez días de vida.