En la actualidad son muy pocas las veredas que se acordonan con bloques de granito y se alcanzan a ver terminaciones en cemento, incluso plástico para las rampas esquineras y sólo en casos especiales, reaparece el clásico gris Mara del cordón de la vereda tradicional de Buenos Aires, si se trata, por supuesto, de tener que realizar una terminación después de alguna obra en la que haya hecho falta romperlo.
En tiempos en el que el cordón de la vereda era indefectiblemente de granito, comúnmente llamado “de piedra”, muchas personas necesitaban realizar trabajos con ese cordón porque, desde 1950 en adelante, los automóviles que se construían en el mundo pasaban a tener dimensiones frente a las que se podía pensar en guardar el vehículo en la propia casa. Surgía el boom de los garajes. En aquella época, muchas de las casas nuevas se construían con el garaje previamente diseñado y planificado tanto por arquitectos como por maestros mayores de obra. Esto significó que una vez que la construcción de estos garajes estuviese terminada, iba a ser necesario un trabajo especial de establecimiento de rampa en el cordón de la vereda para que los automóviles pudiesen subirlo y bajarlo sin sobresaltos.
Para aquel entonces, pequeños carteles escritos a mano, colgados en árboles y postes de luz, pintados sobre chapas, placas de madera, cartones, etc, promovían el trabajo de las personas que se especializaban artesanalmente en construir estas rampas, cincelando el granito hasta darle la forma final. A estas personas se les llamaba cariñosamente “picapiedras”. En realidad, la verdadera identificación de este oficio era la de picapedrero, mientras que los carteles con los que ellos se promocionaban para obtener clientela en los barrios rezaba: “pica pica picapedrero bajada cordón” e inmediatamente el número telefónico del especialista.
Aún están, persiste la actividad debido a que, en su mayoría, afortunadamente, los cordones de las veredas en la Ciudad de Buenos Aires continúan luciendo el granito gris mara. Pero no tenemos que olvidar que muchas de las cosas que en la ciudad siguen siendo mayoría, a esta altura podemos encontrarnos con que no se fabrican más o que los posibles reemplazos para ellas sean de una calidad notablemente menor, por lo que el cuidado, la valoración y hasta el orgullo de tenerlos debe primar por encima de la posibilidad de realizar cualquier trabajo de refacción, corrección e incluso de posiblemente bienintencionadas mejoras en cualquier Barrio de la ciudad, ya que después, la ausencia de algunos materiales será irremplazable.