Grupos de trabajo de la Policía Metropolitana suelen instalarse en puntos estratégicos de la Ciudad con Cámaras LPR para la lectura de patentes en tiempo real y, mediante un control en la correspondiente base de datos, obtener resultados efectivos en la cacería habitual de automóviles con pedidos de secuestro o en situaciones que ameriten hacer detener su marcha.
Resulta gracioso para los habitantes de una determinada y conocida «zona chica» del barrio de San Cristóbal (cuya dirección exacta no pondremos en esta nota) observar cómo la Policía está atenta a los autos, munida de su sofisticado equipamiento interconectado con la central correspondiente, instalada exactísimamente en el punto de la vereda delante de la medianera que abarca a dos parcelas con dos chalets cada una, es decir cuatro propiedades, las cuatro, tomadas.
El lugar en cuestión, alguna vez fue punto de angustiantes peleas, tironeos, presencia de oficiales de justicia, policías (de la Federal) y todos los etcéteras que implica un conflicto de esas características, más tomando en cuenta que el padre de la familia propietaria de las cuatro casas fue nada menos que el constructor.
Ahora, la vereda que alguna vez fue un campo de batalla, es el feliz centro de operaciones de una policía, cuya presencia, mientras cumple su facturadora función, redunda en un buen cerco de seguridad para los beneficiados habitantes de las casas en cuestión, no sea cosa que sufran algún robo o corran riesgo de ser víctimas de algún delito.