Una crónica consagratoria de «El Libro de Buenos Aires». Una referencia a un tema insoslayablemente valorado: nuestras minas. El autor identificado como «Un Inglés», compara las pautas de elegancia femenina entre las chicas londinenses y las porteñas.
El traje de las mujeres de Buenos Aires incluye cuanto de encantador tiene la indumentaria femenina. El vestido de calle es muy agradable e igual al Vestido de baile en Inglaterra. Predomina el color blanco. El talle no es tan corto como en Francia ni tan largo como en Inglaterra. Llevan chales de todas formas; algunos sirven de velo Y de chal, cubriendo el seno y cayendo vaporosarnente por detrás de la cabeza: el rostro nunca se cubre
Cuando hay buen tiempo se quitan el chal de la cabeza y pasean por las calles, conscientes de su belleza, sin prestar atención a los ojos deslumbrados que, contra la voluntad de sus poseedores, se Vuelven a mirarlas Cual si fueran Seres de otro planeta. Muchas veces hice esto, siéndome imposible desviar los ojos hasta que la distancia o el miedo de llamar la atención me obligaron a ello. Algunas hermosas provocativas, llevan la falda y la enagua tan cortas que exponen una parte del tobillo y de la pierna, aumentando nuestra tentación. Los Cuerpos de estas bellas son la simetría misma.
Tan grande es la coquetería de las damas porteñas que, para aumentar la belleza de sus pies Y tobillos, usan zapatos muy estrechos y su paso, a menudo tambaleante, evidencia la gran molestia con que pagan esta vanidad.
El traje de baile es muy semejante al de teatro, si bien menos sencillo, pero algunas niñas “no han menester otros Se presta mucha atención al cabello, que se deja crecer muy largo, sosteniéndolo con una peineta por detrás y mando bucles por delante. Únicamente las ancianas llevan gorras o capotas. Las señoras maduras arreglan sus rizos blancos y usan el velo en forma análoga a las jóvenes. No emplean polvos ni otros artificios para disimular su edad. En sociedad son desenvueltas, habladoras Y muy alegres. Es interesante observarlas cuando se dirigen a la iglesia vestidas de negro. Visitan constantemente la iglesia; marchitos restos de lo que quizá fue una vez tan bello!
El vestido negro que usan las señoras para ir a la iglesia, y que yo tanto admiro, es una antigua indumentaria española: la basquiña.
No se lleva luto tanto tiempo como en Inglaterra; jóvenes y hermosas viudas no necesitan afearse con esas gorras fúnebres que se usan en mi patria. (_
Un inglés. Seudónimo de un misterioso viajero que estuvo en Buenos Aires entre 1820 y 1825. Sus observaciones fueron traducidas por Editoriales Argentinas-Soler, Buenos Aires, 1942, bajo el titulo Cinco años en Buenos Aires.