La militancia es un concepto muy importante y, a su vez, en estos tiempos, muy reciclado y también algo bastardeado. La militancia es la fidelidad activa a objetivos, tradiciones e ideologías. Jamás la militancia profundamente comprendida y establecida va detrás de personas. Hubo muchas etapas en la Argentina en las que los militantes de la política ganaron protagonismo, pero la motivación de la fuerza producida por esos “soldados de las banderías” fue perdiendo, al paso del tiempo, la sabrosa legitimidad de hacerlo vocacionalmente. Sin embargo, siempre surgen militantes vocacionales. Y, afortunadamente, los de esa especie, militan por siempre, de por vida.
Es que, antes que los de los partidos políticos, son militantes los miembros de las ong solidarias, los que administraron durante 30 años a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los que llevan colchones y comida a los festivales siempre (SIEMPRE… no sólo para ir de levante o divertirse pelotudamente en un pogo) Los que están atentos a las estadísticas del INCUCAI, del PADELAI, de Madres del Dolor y aportan gratuita y amorosamente sus conocimientos en computación, en diseño industrial o en ingeniería de la alimentación… y mil etcéteras… por eso, tenemos que seguir discutiendo un largo rato más acerca de qué es la militancia y para qué sirve. Y como se puede ver, no es necesario empezar por un partido u organización política. Es más: nunca es lo mejor. Aunque es mejor que nada… pero ése es otro tema.
Militancia es, como solemos remarcarlo, la de Carlos Mello. Militancia real desde mucho, mucho antes de que las palabritas mágicas inclusión e integración llenaran la boca de muchos. Se trata de Militancia por la educación integrada, por los deportes integrados, por la integración en los medios de comunicación, por la integración en cada fuente posible de trabajo, fábricas, oficinas, PYMES, Multinacionales, en la producción rural, en la industria y en los servicios en los ámbitos comerciales y profesionales.
Por eso, cuando el 17 de noviembre se celebre el día del militante, muchos festejarán sintiéndose parte de una familia que se jacta de luchas y reivindicaciones. Sólo falta saber adónde estuvo esa gente en los años 90, cuando gente como Carlos Mello militaba remando contra la corriente del neoliberalismo aceptado por la mayoría de la sociedad argentina (aceptado estúpida e hipócritamente por casi toda la sociedad argentina). La fecha alude a un momento ultraespecífico de la historia de los años duros de la política en los que, si bien las militancias eran indiscutibles, se eligió para representarlas un caso extraño: refiere a 1972, cuando Perón regresa por primera vez al país, interrumpiendo su exilio en España. Más allá de lo anecdótico del recuerdo generalizado del paraguas en manos de José Ignacio Rucci para proteger a Perón de la lluvia tras bajar del avión, hay que comprender que muchos argentinos no peronistas no simpatizan demasiado con la idea de celebrar el «Día de la Militancia» en una fecha significativa para un adversario político. Si se hubiera elegido la fecha del fusilamiento de Dorrego en su lucha por el federalismo, por orden de Lavalle, a lo mejor los habría abarcado a todos.
Cuando regresó la democracia en forma definitiva, volvimos a abrir nuestra mente y nuestra voluntad a las militancias. La consigna de entonces jamás podrá ser superada: La planteó Alfonsín en 1983, pero mucho se la olvidaron. Es la premisa que dice: “Muchachos, no sigan a hombres… sigan a ideas”. No hay militancia más perfecta que la que cumple con esa señal. Podría decirse que Kirchner la refrendó en 2003, aunque, curiosamente, la inmensa mayoría de la actual generación novel de la militancia entiende, probadamente por comodidad intelectual y por la tendencia a la falta de comprensión hasta de textos escolares, exactamente el revés de ese mensaje. Aunque muchas veces, como lo sugiere la imagen, militan con una gran confusión.