Surgida de un puñado de chicas enmascaradas que ensayan múltiples fórmulas basatnte iracundas de manifestarse, una de ellas arroja torpemente una hoja de diario encendida por encima del vallado de seguridad instalado frente a la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. El papel, que se quema cae casi en el mismo lugar desde donde es arrojado y se apaga de inmediato, lo que implicó buena suerte para la militante, que pudo correr riesgo de quemarse con el movimiento de su hombro levantando el objeto a puro fuego.
Minutos antes, frente al Congreso Nacional, un camarógrafo de América TV había soportado, con entrada libre y gratuita, una agresión por parte de algunas de estas especialistas en tergiversar los justos reclamos que las mentes pensantes pergeñan. Los insultos y golpes que le revolearon al trabajador del móvil televisivo se iniciaron -como es habitual en el deporte de atacar al periodismo políticamente molesto- cuando los equipos de transmisión en vivo ya estaban apagados.
Los desmanes en la Catedral fueron tardíos, extemporáneos de la marcha, alejados de su objetivo y, en una paradoja rayana en el gag, cargados con la medida de provocación digna de potentes grupos de barricada pero con efecto de pelea de recreo en el Liceo.
Decididas a sellar a fuego su posición anticlerical, unas manifestantes a cara tapada se envalentonaron contra un joven que -aparentemente, decidido a poner el pecho por sus convicciones- sostenía una bandera vaticana delante de hombro a hombro. La primera de las chicas que se le acerca, sólo procura quitarle el pabellón auriblanco pero detrás se acercan otras jóvenes con afán de marcarle terreno, por alguna vía, al adversario ideológico. Una de las valerosas nenas, segura de tener varias cumpas que la sostendrían en la misión, alcanzó a surtir al, también, innecesario circunstancial protector de los emblemas eclesiásticos. Violencia rara, infantil, un club de impresentables de la militancia peleándose estúpidamente al borde de la Plaza de Mayo, un escenario sagrado para recordar tantas luchas frente a poderosos que no dudaban en devolver balas a cualquier consigna enemiga. Cuidado: nadie dijo que lo ocurrido un día antes, en el final de la convocatoria de la CGT, tenga mayor madurez.