Todos los frutos que se le ofrecen a Marcelo Tinelli, son para expulsarlo del paraíso de la popularidad. Pero él igualmente, morderá.
Marcelo Tinelli, adicto a la recepción de la adulación constante, vuelve. Angurriento del poder y sin medir los atragantamientos que evidencia, vuelve. Y vuelve desesperado. Nunca peor momento. Soldado de la primera línea de fuego en la lucha de los sucesivos imperios vernáculos por expandir banalización donde se requeriría reflexión, ya se calza el uniforme de comandante de la felicidad popular.
Una necedad de características superiores empujan al bolivarense a prepararse para la nueva -y última- etapa en la que volverá a esparcir humor para una dudosa mayoría a costa de los pesares de inmensas minorías. Lo hará, como es su costumbre, justificando su facilismo con una filosofía enclence de valores, y basada en la falaz necesidad de «alegrar a un pueblo que sufre demasiados embates con la realidad que vive todos los días».
Parece ser un tipo lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que los que no vivimos denunciando sus hipocresías hayamos comenzado a comprarlas. Han sido muchas y casi todas coinciden con un satisfactorios resultados para sus saltarinas simpatías políticas.
Pues, esta vez, se equivocará como nunca antes le haya sucedido. Apenas se note el primer hecho vergonzoso en su ciclo televisivo, el público y la prensa que le fueron complacientes desde 1989, disimularán incómodos. Y no podrá extender ese disimulo cuando el aún celebrado conductor, enceguecido por recuperar posicionamiento e imagen, saque del barro su pierna hundida y al sacudirla, ensucie a diestra y siniestra. Es más, procederá de tal modo que -ante las adversidades nuevas que deberá enfrentar- no pondrá freno en su intento de recuperar el oxígeno del aplauso, corriendo el riesgo de caer en problemas mayores. No es que Marcelo Tinelli no haya patinado anteriormente en el camino del beneplácito masivo. Pero todo se le perdonó en nombre de una popularidad que -hasta hoy- parece invulnerable.
El -por muchos- llamado «Rey de la Televisión», va, por primera vez, rengo a escena. Dolido por la lluvia de críticas tras la seguidilla de actos dignos de un elefante en un bazar, Tinelli busca revancha, ya que nada de lo que hizo es grave. Veamos ¿Participar de la Mesa del Hambre? Excelente. ¿No hay muchas definiciones en el tema? Tinelli no es una autoridad para establecerlas. ¿Irse a Esquel justo antes de la cuarentena? No es un delito. ¿Te critican porque creen que tenías información privilegiada? Ahí, no hay escapatoria pero apostamos al olvido. Tampoco es un hecho delictivo pero seguro que un escrachito te vas a comer. Tampoco con algunas actitudes antipáticas en el ámbito en el que el famoso «Cabezón» es dirigente de fútbol.
Tinelli está a punto de pisar la cáscara de banana. ¿Tiene cintura como para evitar una caída? Por supuesto, es Tinelli, un gladiador. Pero los gladiadores ganaban y ganaban, hasta que un día, no ganaban. El público del Coliseo los aplaudía. Pero como muchas veces se calzaban los trastos de gladiador los mismos emperadores, sin correr demasiados riesgos, habrá que ver qué tipo de gladiador puede ser el empresario y conductor en el resto de 2020 y 2021.
Son demasiados frentes tormentosos como para salir al ruedo a -supuestamente- divertir a la gente por TV. La pandemia y la cuarentena cambiaron tanto a la humanidad, que hoy es otra.
Se conoce que una opción que baraja su equipo de producción es que la conducción de su programa recaiga en manos de algunos de sus adláteres. En ese caso, estaríamos más que en lo cierto sobre lo preocupante que puede ser el vuelco de imagen del pibe más exitoso de la TV pava de los 90/2000. A su favor estaría el buen reflejo de correrse cuando el viento justo trae tierra hacia la ventana. Pero, lamentablemente, el efecto que dejan las andanzas y los traspiés de Tinelli por la dirigencia de un club grande, sus pretensiones de comandar la AFA y su zambullón de lleno en la rosca política, no es gratis.
Resulta paradójico ver que las mismas personas que hoy se muestran felices con el regreso de Marcelo Tinelli a la TV, lo condenarán antes de la Navidad de 2020. Y si -por esas cosas de la estrategia- no volviera este año y lo hiciera en 2021 ó 2022, la debacle sólo se postergará. La futura exposición de televisiva de Marcelo Tinelli tomará e rumbo contrario que se observó cuando se inición su carrera.
No se sabe bien si el mazazo final que recibirá el líder de Showmatch venga por el lado de alguna acusación de traición, de un entuerto con sus socios en el negocio de la TV, del efecto de protagonizar un acto de violencia, de un deschave sobre una maniobra política que lo deje en evidencia buscando beneficiarse de modo poco aceptable o todo eso junto.
Se lo ve -más bien- que va a frente como un matón al que le quieren robar la minita. ¿Tinelli parece ir al cadalzo? Si es así, nadie -excepto nosotros- le avisa.
Dada la represiva mirada y la punitoria devolución de muchos argentinos autómatas cuando se toca a sus ídolos, el autor de la nota aclara no tener ningún inconveniente personal con el conductor de televisión al que aquí se hace referencia. Por el contrario, vale remarcar cierta histórica simpatía por sus logros.
Pero evidencias son evidencias.
Como de costumbe, la posición del firmante es absolutamente independiente de la dirección de este medio, la que prefiere no emitir, por ahora, un juicio prematuro sobre el filoso año que el famoso productor y dirigente optó por atravesar en la máxima exposición personal.