• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 19 de enero de 2025

Se necesita un reglamento urbano para usar paraguas

PorCarlos Allo

Jun 19, 2019

paraguasDel mismo modo como ocurre con la mayoría de los accesorios personales tanto textiles como de marroquinería, en la actualidad se impone el diseño por sobre las calidades. En tiempos de tener descartables hasta ciertos muebles del hogar, pocos son quienes reparen en la calidad de un buen paraguas, sobre todo tomando en cuenta la recurrente noticia de que se nos pudo haber quedado olvidado en lugares que tampoco alcanzamos a recordar.

El paraguas es un adminículo que cuando poseyó su correspondiente tiempo de furor (años 40), muchas empresas textiles e industrias luchaban por conseguir la atracción del público que los eligiera por calidad, elegancia, buen gusto y practicidad.

Al paso de los años se impusieron estilos y antes de la aparición del paraguas de apertura automática, todos recordamos o sabemos que lo habitual en el varón era el uso de un paraguas de color negro mientras que la variedad de tonos y estampados se destinaban, habitualmente, para los femeninos.

En los marketineros años noventa se sumaron paraguas de marcas que nada tienen que ver con la industria misma de los techitos personales. Se trató del tardío descubrimiento del fantástico medio de comunicación publicitario que podía significar una persona caminando por la ciudad (ni qué hablar si se tratase de una mujer atractiva) llevando en su andar y por dondequiera que pasee el logotipo y la marca deseosa de darse a conocer.

Pero no son las graciosas anécdotas de l’ombrelli las que nos ocupan ahora. Ocurre que una de las normas de convivencia urbana, a la que ya nos hemos referido pero que siempre es bueno remarcarla, es que en los días de lluvia las personas que circulan con paraguas en calles populosas, lo hagan a distancia prudente de la pared y por fuera de los bajo balcones y bajo marquesinas. De esa manera ceden ese espacio protector a las personas que no están munidas de un paraguas y, a su vez, se evitan choques y enganches de estos simpáticos pero complicados efectos personales.

Ésta, como tantas otras, no es una norma escrita pero, si lo pensamos, se trata de una premisa de convivencia tan básica que el día que lo pensemos y reparemos que durante tanto tiempo no se cumplía, nos estaremos, como en tantos casos, auto-recriminando como sociedad. Pensemos que si no fuese que porque sospecharíamos con justificación que nos lo podrían robar, lo mejor que nos podría suceder en un colectivo o en cualquier transporte público un día de lluvia torrencial es que exista un sector con un recipiente escurridor de paraguas, lo que evitaría nuestro contacto con el paraguas empapado que carga la persona que tenemos al lado.

De todos modos, tendrá que llegar un tiempo de porteños despreocupados de que a su alrededor pueda estar acechando el delito. La idea del paragüero comunitario de pasajeros ya está planteada. Si se trata de que debamos esperar uno, diez, cien o más años, quizás no dependa ya de las normativas de la ciudad ni las leyes nacionales ni del voluntarismo de nadie. Se tratará, definitivamente, de un progreso de conciencias, un cambio tan profundo en la manera de proceder, de pensar y de sentir que cualquiera podría tener la certeza de saberse ante una sociedad de avanzada.

Carlos Allo

Editor de Diario 5 y Ensamble 19. Productor integral de Radio Clasica.

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