Y nos quedamos cortos con el título. Si fuéramos equilibradamente pensantes y civilizados, deberíamos arribar a una conclusión más o menos cercana a que dejen de existir las estructuras futbolísticas de ambos clubes, generadores de la exacerbación hasta lo criminal de todas las divisiones existentes en la Argentina. La necesaria desaparición de Boca Juniors y River Plate como competidores en el fútbol profesional (más la de los llamados «clubes grandes»).
Hasta la fecha -y desde que el fútbol profesional sudamericano se transformó pura y exclusivamente en la vidriera de deportistas cuyo mayor anhelo pasó a ser jugar en Europa- no ha existido una sola administración institucional de clubes, ni un presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, ni un presidente de la República y ni un ministro de ningún gobierno nacional o provincial, capaz de imponer ideas y acciones que convenzan al resto de los actores de la actividad, para detener las innumerables acciones de los violentos, jamás libres de la eterna sospecha de tener socios entre policías.