
El tramo Montserrat de la Av. 9 de Julio lleva varios meses de trabajos por mejoras que están, en apariencia y en algunos sectores, llegando a su fin. Si bien las plazoletas que van desde las Avenidas Belgrano hasta Independencia sufrieron varios cambios desde su implementación en 1971, nunca se habían realizado los arreglos que requerían aquellos cambios.
Un ejemplo de reforma con altísimo nivel de desprolijidad fue la llevada acabo por la intendencia de Carlos Grosso, cuando a las plazoletas centrales del tramo de la Av 9 de Julio al que estamos haciendo referencia se les rebanaron las dos veredas laterales, para que las calzadas de circulación de automotores que están trazadas a ambos lados de esa línea de plazoletas, es decir, lo que el porteño llama comúnmente «ir por el medio», ganaran u carril para cada mano. Ese corte de veredas fue verdaderamente horrible y nadie se quiso hacer cargo de rehacer, aunque sea, un ancho mínimo de ella, ya que ello, por un lado implicaría reducir el sector verde de las plazoletas centrales y por el otros sinceraba la medida como exclusivamente beneficiaria de automovilistas por encima de peatones y residentes en la zona.
La posterior construcción de las estaciones del Metrobus cambió la mentalidad de todos: el nuevo uso de las franjas centrales de la Av 9 de Julio se inclinaba al transporte público, por lo que los automovilistas volvieron a resignar algunos carriles pero si presentaban alguna queja pública quedaban como tontos sectaristas que usan el auto hasta para ir al baño.
El trabajo actual de las plazoletas laterales fue muy esperado en la zona, ya que aquellas veredas de color rosado se fueron rompiendo, al igual que el mobiliario urbano de aquel entonces. Las dársenas especiales para que los automóvles pasen desde los andariveles centrales de la avenida hacia las calles Lima y Bernardo de Irigoyen, también dejaron huella de mala terminación en otros tiempos, por lo que también recibió tratamiento renovador.

Las nuevas veredas son blancas y algunos accesorios juegan entre lo decorativo y lo relativamente práctico, como unas sillas de diseño BKF o Butterfly -un símbolo argentino del que pocos compatriotas conocen, aunque sea, un mínimo- en cemento liviano justo frente a los imponentes edificios de la UADE. Lamentablemente, antes de su estreno, notamos la rotura de una de las simpáticas sillas fijas. Con buenos reflejos, quizás, el inconveniente podría quedar en una anécdota pretérita superada. De lo contrario, quedará como que no es posible solucionar un problema de mobiliario urbano roto antes de su estreno. Más aún: antes de que las autoridades la inauguren.
Una de las necesidades para los tiempos que corren en esta repartida súper arteria porteña, será trazar con claridad la bicisenda, ya que se trata de un sector a compartir por ciclistas, peatones, niños que juegan, mascotas que pasean y área verde que cuidar.