Se está haciendo necesaria una revisión generalizada sobre las paradas de colectivos y transportes públicos en la ciudad de buenos aires. El entusiasmo con que desde el gobierno de la ciudad se encaró en 2011 la circulación a través de las avenidas Juan B Justo 9 de Julio del Metrobús y que luego se extendió a los ramales Sur y Norte, terminó siendo desmedido al perderse la proporción de la atención de las autoridades frente a otros problemas, algunos graves, que envuelven al transporte porteño.
Los problemas son varios, empezando la ausencia de una estrategia real para la distribución de paradas de colectivos.
Es habitual encontrar que en una calle o avenida por la cual circulan dos líneas de colectivos con un tramo de su recorrido en común que tienen sus paradas separadas por varios metros de distancia en la misma cuadra o, lo que es peor y también muy visto, que estén dispuestas en cuadras distintas. El resultado es que una persona que antes estaba acostumbrada a pararse en un lugar a esperar que arribe cualquiera de dos o más líneas que la acercan a su lugar de destino, ahora debe elegir una parada u otra y es probable que pierda la oportunidad de viajar en el transporte que pasa a su lado, va hacia donde ésta se dirige y el colectivo no parará: o hasta quizás se dé que el vehículo se detenga frente a sus narices por circunstancias del tránsito y el chófer no le abra la puerta.
Por supuesto que las circunstancias por las que una persona puede llegar a sentirse envenenadamente impotente son tantísimas. Una muy común es la conocida fuga de un “Bondi” pasando por detrás (por la izquierda) de otro colectivo detenido delante nuestro por coincidencia de paradas. Si este llegase a ser el argumento que justificó a quien separó las paradas de nuestros buses en el año 2010 de la manera tan incómoda como lo hizo, entenderemos el día que lo identifiquemos que merecerá esa persona ser sometida a juicio.
Lo único que soluciona el caso que acabamos de describir como ejemplo de miles, es que un colectivero debe mantener su conciencia de poder la necesidad de los demás, todos los días bajo pruebas fehacientes que moralmente no está habilitado para arrasar con el equilibrio y perjudicar a pasajero y terceros ni por estar atrasado o adelantado en su servicio, por cargar con alguna tensión provocada por inconvenientes de tránsito y menos que menos por capricho.
Aquí no es que comience una discusión común. Se trata de una polémica múltiple, para nada banal, altísimamente seria, ya que forma parte de aspectos fundamentales para los ciudadanos, entre ellos, algunos derechos constitucionales y algo de lo que muchos se llenan la boca al nombrarla pero pocos trabajan por obtenerla: calidad de vida.