LOS PROLEGÓMENOS DE LA SEMANA TRÁGICA
Por Roberto C. Neira*
Es importante que alguna vez los argentinos, de todas las edades, podamos conocer nuestra historia sin tergiversaciones ni falsedades.
A 85 años de los hechos ocurridos en la fábrica Vasena en 1919, hay todavía datos no demasiado conocidos que pueden esclarecer algo las cosas, sobre todo porque entre otras razones en esos días no hubo diarios ni informe oficial acerca de los acontecimientos que provocaron la masacre. Tampoco se supo con certeza la cantidad de muertos, aunque se descuenta que no fueron menos de cien.
Era una época caracterizada por las grandes huelgas que abarcó principalmente desde 1917 hasta 1919. En 1917 hubo 136.000 trabajadores en huelga; al año siguiente fueron 133.000 pero en 1919 la cifra subió a más de 300.000. El 70% de los huelguistas pertenecían al sector de los transportes, lo que también marca una diferencia con los movimientos de la primera década del siglo XX, que en su mayoría sucedían en pequeñas empresas y que no tenían mayor trascendencia pública.
El primer conflicto que debió afrontar el gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen fue el de la Federación Obrera Marítima; el presidente se impuso sobre la intransigencia de las empresas de navegación de cabotaje y logró un acuerdo para una mejora sustancial de los salarios. Luego vino un movimiento de obreros municipales de Buenos Aires, cuya solución fue más compleja y tironeada, debido a sus implicancias políticas. Pero el movimiento más importante de esa primera ola de protestas sociales fue la huelga ferroviaria que se mantuvo con intermitencias desde junio hasta diciembre de 1917, con ecos al año siguiente, afectando al ferrocarril Central Argentino y luego otras líneas.
Hubo actos de violencia como incendios de vagones y agresiones contra empleados británicos, y el gobierno tuvo que establecer vigilancia armada en algunas instalaciones; las presiones de las empresas y los grandes diarios fueron muy fuertes y se acusó a Yrigoyen de favorecer a los huelguistas indiscriminadamente.
Cuando se estaba desarrollando la huelga ferroviaria, en noviembre de 1917, estalló una huelga general en los frigoríficos de Berisso y Avellaneda, casi todos de propiedad norteamericana, que fue derrotada por el rápido reclutamiento de «crumiros», así se denominaba a los trabajadores rompehuelgas.
A lo largo del año siguiente hubo nuevamente expresiones de malestar en el gremio ferroviario y también entre los gráficos, los trabajadores del calzado y los molineros. Todo fue confluyendo para que a fines de ese año prevalecieran condiciones de gran tensión en el campo social.
La Liga Patriótica o GuardiaCívica, según Perón «a veces usaban métodos violentos pero eran bien intencionados».
Anarquistas y partidarios del bolcheviquismo predicaban la inminencia de la revolución social. Los grandes diarios y los círculos conservadores denunciaban la existencia de sóviets, aún dentro de la policía.
Era casi inevitable que la situación estallara; el detonante fue la huelga de los metalúrgicos de los Talleres Vasena, que en los primeros días de enero de 1919 se fue convirtiendo en incontrolable.
Los sucesos de Vasena
El día 7, la policía, enardecida por la muerte de un suboficial, cargó contra los huelguistas, provocando cuatro muertos y unos cuarenta heridos.
El 9 de enero, un día bochornoso de calor, Buenos Aires amaneció paralizada. El cortejo fúnebre de los caídos debía recorrer un largo itinerario, desde Nueva Pompeya hasta la Chacarita, y los disturbios se hicieron presentes durante toda la marcha.
Hubo un intento de asalto contra los talleres de Vasena, que fue repelido por la policía y produjo no menos de cuarenta muertos; se intentaron incendiar iglesias y saquear armerías, y en el cementerio mismo se desencadenó una verdadera batalla campal.
El mismo día, bandas de jóvenes de clase alta denominados como «La Liga Patriotica» o «La Guardia Cívica» (ver foto), apresuradamente armados por oficiales de la Marina y el Ejército, comenzaron a recorrer los barrios donde presumían la existencia de comunistas y se dedicaban a hostilizar sospechosos, quemar locales obreros y cometer toda clase de desmanes.
Las dos centrales obreras que existían en esa época, una anarquista y otra sindicalista, proclamaron una huelga general el día 10. La población había abandonado las calles y observaba con temor este espectáculo nunca visto en Buenos Aires.
Entretanto, Yrigoyen, sereno pero casi sin medios para intervenir, trataba de pacificar los ánimos y negociar con los dirigentes sindicales.
Al atardecer del 9 de enero, el general Luis J. Dellepiane, comandante de la división con asiento en Campo de Mayo, se constituyó en la ciudad, sin haber recibido orden alguna, y procedió a hacer ocupar con sus tropas distintos puntos estratégicos. Los enemigos a combatir eran los anarquistas.
Pero, el que mejor puede relatar estos hechos y sus implicancias fue un teniente de apellido Perón (Juan Domingo) que había ingresado en el Ejército Argentino en 1911 y los vivió estando a cargo del arsenal militar Esteban de Luca.
Los siguientes párrafos pertenecen a «La novela de Perón» del escritor Tomás Eloy Martínez (Legasa – 1985).
«En 1918, cuando me destinaron al arsenal Esteban de Luca, el capitán Bartolomé Descalzo, uno de los mejores jefes que ha tenido nuestro ejército dijo al despedirme: «estamos entrando en la oscuridad, teniente Perón. A las puertas de nuestra casa golpea la más atroz de las tormentas, y el presidente (Yrigoyen) no quiere o no sabe oírla. En Europa, la guerra ha terminado con la derrota del mejor ejército del mundo. Los anarquistas vuelven ahora sus ojos hacia nosotros.
«Sus palabras me emocionaron. «Voy a pedirle un favor personal», le dije. «Cuando llegue la hora de hacerle frente a ese enemigo, llámeme. Quiero pelear a su lado, mi capitán.»
La profecía del capitán Descalzo se cumplió antes de lo pensado. Los anarquistas volvieron sus ojos hacia nosotros, 1918 había terminado con unas escaramuzas de huelga en los talleres metalúrgicos de Pedro Vasena. Algunos operarios, alentados por los ácratas, exigieron salarios más altos y condiciones de trabajo más relajadas. Hubo muchos que no quisieron plegarse y el movimiento fracasó, pero ya estaba sembrado el descontento.
El 3 de enero de 1919 se armó la maroma. Vasena tenía una fábrica en la calle Cochabamba, cerca del barrio de Constitución. Los depósitos estaban en Pompeya, a unas pocas cuadras del Riachuelo. Entre uno y otro sitio había un continuo tráfico de chatas. Debido a las agitaciones, las chatas iban custodiadas por agentes de la policía montada. En la mañana de aquel 3 de enero, los huelguistas salieron sorpresivamente de un baldío y tirotearon a las chatas. Cayó muerta una mujer que nada tenía que ver con el asunto. El 5 ocurrió lo mismo: mataron a un cabo. El 7, ya el conflicto se había puesto de color hormiga: los anarquistas atacaron y la policía los reprimió a tiros y a sablazos. Hubo 5 obreros muertos y unos 20 heridos. Yrigoyen quiso arreglar el problema conciliando a las partes. Ordenó al ministro del Interior que buscara un entendimiento entre Vasena y los huelguistas. Apretada por el gobierno, la empresa se achicó. Ofreció pagar 12 por ciento de aumento y no tomar represalias.
Pero aquellos platos rotos ya no se componían con saliva. Las muertes del 7 de enero sirvieron de pretexto para que los anarquistas pusieran al país en estado de sublevación. Di Giovanni, Scarfó, Miguel Árcangel Roscigna y muchos ácratas que ganarían celebridad en los años siguientes hicieron sus primeras armas en esas trifulcas. Se trataba de una conspiración internacional muy bien montada..
El 8 de enero iban a ser enterrados los caídos. Los anarquistas convocaron entonces a una huelga general. Todos temimos una catástrofe. La policía estaba mal preparada e iba a ser fácil desbordarla. El ejército se vio forzado a intervenir.
Mi función en el arsenal consistía en asegurar la provisión de municiones para la tropa. Tuve muchísimo trabajo porque solo en la ciudad de Buenos Aires estaban acuartelados entre ocho y diez regimientos. Tal como se esperaba los funerales degeneraron en combates callejeros. Murieron más de 600 personas. El general Luis J. Dellepiane convocó el 11 de enero a Sebastián Marotta, uno de los jefes anarquistas, y aplacó los ánimos.
Los obreros de la fábrica Vasena consiguieron algún beneficio de aquella tragedia: la empresa redujo la jornada de trabajo a 8 horas y aumentó los salarios en un 30 por ciento.
Pero las heridas, cuando son profundas, no cicatrizan de un día para otro. Hay que estar vigilándolas. Mi antiguo profesor Manuel Carlés, apoyado por el vicealmirante Domecq García, fundó la «Liga Patriótica Argentina», en la que se inscribieron muchos jóvenes católicos y nacionalistas. Disponían de una tropa de choque cuya misión principal era poner en vereda a los agitadores extranjeros. A veces usaban métodos violentos, pero eran bien intencionados….»
Quizás los hechos de «La Semana Trágica» influyeron notablemente en el futuro y en la postura personal de Juan Domingo Perón. El ex presidente participó del golpe militar que derrocó a Yrigoyen para consagrar a Uriburu en 1930. Y, años más tarde, pero como coronel del ejército, se desempeñó en el Ministerio de Trabajo defendiendo los mismos derechos que los trabajadores decían defender en 1919 y por los cuales fueron reprimidos.
Muchos años habían pasado y el peligro del anarquismo había sido sepultado por un nuevo enemigo: el comunismo. Pero esa es otra historia…
Conclusiones
La actitud del general Dellepiane, conocida a través de versiones, agregó un nuevo ingrediente de confusión a los sucesos del 9 de enero de 1919.
A cargo de hecho de la policía, Dellepiane autorizó a que se hiciera una enorme redada de elementos «indeseables», y al mismo tiempo instó a que las bandas de «espontáneos» terminaran sus operativos.
Aunque la policía siguió realizando procedimientos brutales y muchas veces inútiles, tres días más tarde la ciudad recuperó gradualmente su fisonomía habitual.
(*) Roberto C. Neira es docente, escritor y periodista. Fue editor de los Suplementos «Turismo» y «El Cronista Exportador» en El Cronista (Comercial); colaboró en la edición de suplementos de «Diarios Bonaerenses» y en diversas publicaciones especializadas; tuvo a su cargo la producción periodística de «Diario 5» (FM 103.5 PREMIUM) y colabora actualmente con numerosas publicaciones nacionales y extranjeras