El día que cambió la historia argentina para siempre.
Cada año esperamos el 14 de junio para destacar los resultados de la defensa de los derechos de los soldados combatientes de Malvinas, por tratarse de una lucha paralela y similar a la que deben enfrentar los diferentes grupos y colectivos sociales que nuclean a personas con discapacidad y vulnerabilidades varias, incluso desde muchos años antes de que imagináramos que la Argentina iría a una guerra improvisada contra una sociedad militar de imperios, por el sólo motivo de que unos pocos encarnados ilegítimamente en el poder, quisieron eternizarse en él, usando, una a una, cada bandera reivindicatoria de todo un país para, con un manotón de ahogado, intentar conseguir apoyo del pueblo. Y corrió sangre de argentinos, muy jóvenes, que dejaron su vida por una causa que no eligieron, aunque la hubiesen aceptado.
Hipocresía sin límites. Asesinos de su propio pueblo, partidarios de que, si ganaban, cualquier muerte propia podría pasar por inevitable, total se habrían hecho actos de homenaje, que nos conmoverían a todos y se habrían dado abrazos a las madres destruídas, las viudas y los huérfanos de esos soldaditos. Pero perdieron. Y los muertos, muertos igualmente fueron. Y la sociedad argentina echó más leña al fuego y expuso la otra hipocresía, la de siempre, la del olvido y la ingratitud, la de darle la espalda a lo incómodo, al molesto gesto de solidaridad de ayudar al caído.
Hipocresía sin límites. Asesinos de su propio pueblo que, concientes de que algo podía fallar, se cuidaron de los efectos que podrían producir las balas que disparaban si hacían blanco en algunos de los 79 marines que cuidaban Malvinas en defensa de Gran Bretaña hasta la madrugada del 2 de abril de 1982. Por eso, durante los 74 días en que las islas estuvieron controladas por las fuerzas argentinas, el nombre del Capitán Giacchino, muerto en la operación militar de la toma de Puerto Argentino, se pronunciaba en los medios de comunicación a boca limpia y sacando pecho. Pero fueron tan asesinos de su propio pueblo, que lo fueron borrando también de la memoria de sus propios camaradas, ya que en la actualidad no hay un sólo argentino de las jóvenes generaciones que sepa quién es ese capitán.
El 14 de junio de 1982, día de la capitulación de las fuerzas nacionales frente a las imperiales británicas, constituye la primera bisagra de los años 80, que causó la caída de los militares en el poder para siempre en la Argentina. Esta fue seguida por la bisagra histórica definitiva, cuando fue necesaria la defensa de la democracia, por parte de todas las fuerzas políticas del país, con el pueblo en la Plaza de Mayo, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, en 1987.