«A Paula se le metió un Daikiri en la casa y no lo quiere denunciar, la pelotuda, hagámosle Plan Masajito y lo reventamos, loca». El mensaje es de Raquel, la líder de las «gentilminas», una agrupación marginal e ilegal de reivindicación y venganza a mujeres en peligro de femicidio. Lo recibe una de las encargadas de poner en práctica los diversos «planes», con los que «Gentilminas» (acrónimo neológico contrapuesto a «gentilhombre») operaban sus ansias de impartir justicia antimachista.
Se reportan 12.457 casos que fueron atendidos en la Oficina de Violencia Doméstica, lo que implica un incremento del 7% respecto de 2018. El organismo remarca que es el volumen más alto desde la creación de esa oficina en 11 años. Lo que hay que tomar en cuenta es la estadística de crecimiento de denuncias, dejando cada vez más atrás al miedo a realizarlas.
En las jergas tertianas (idiomas de las tribus urbanas en la obra literaria y musical de Carlos Allo), un energúmeno de estas características es llamado «daikiri» (entra dulce y después te pega). También se los conoce como «maracas hogareños», dejando en claro -una vez más- que puto no es el varón homosexual sino el canalla que merece recibir los insultos que más le jode, que más les molesta y mejor les sienta, incluyendo, precisamente, «puto». Aparte de que ya va siendo hora de que la sociedad encuentre canales de burla hacia estos inservibles, ya que por sus actos no parece que los vayan a meter demasiado tiempo en gayola.
Si pasó algún límite que a vos te parezca que no debió, llamá al 144. Sea tu concubino, novio, marido, tu ex, un supuesto amigo o socio o una persona vinculada a través de terceros. Incluso hacé la denuncia si se trata de tu propio hermano o hermana, tu padre o tu mismísima madre. Si no denunciás al violento a tiempo perdemos todos: vos, nosotros, el juez y hasta tu abogado o abogada.
Acordate: Los daikiris son geniales con ron y frutas. Y la única «piña» que puede haber es el ananá. El que viene con verso y puñetazos, al 144.