La peores noticias del año están vinculadas a la eventual desazón que podrían sentir las personas que comprenden que en la política suele haber -y, de hecho, hay- mucho delito. Esa desazón no es nueva, ni será un viejo recuerdo. En un país en el que los sostenes de la moral a niveles generales no consiguen aguantar las estructuras de una construcción apenas pequeña, es imposible considerar que donde la negociación política abriga el nombramiento de jueces, sean esos mismos jueces quienes condenen -eventualmente- a dirigentes que incurrieron en delitos.
Demasiadas manos que se lavan entre ellas para luego lavar las caras que albergan los ojos que las admiran y las bocas que las halagan.
PARAGUAY