Existen observaciones múltiples de la vida porteña del S XXI, que combina convivencias inimaginables hace 50 años. Asentamientos precarios, barrios de clase media, antiguas zonas fabriles recicladas para nuevas actividades comerciales y áreas urbanas de lujo pueden encontrar epicentros equidistantes en pocas cuadras.
Incesantemente, en todo el mundo, las grandes ciudades modernas producen vecindarios –dicho eufemísticamente- precarios: millones de personas viven en los márgenes, que en Brasil se llaman favelas , chabolas en España o callampas en Chile. Aquí, en Buenos Aires, son las villas y llevan el nombre de la novela del periodista argentino Bernardo Verbitski: Villa Miseria también es América. El último censo nacional arroja una cuenta que dice que hay 150,000 habitantes en las villas , pero según Ramiro Sorondo, un activista del movimiento Corriente Villera Independiente , la cifra llegaba a 300,000 en 2014.
El movimiento por el derecho a la vivienda. La Corriente Villera Independiente es una organización formada hace seis años, que articula las 23 villas presentes en el territorio de la capital argentina y cuyo principal mandato es la urbanización de estos frágiles núcleos metropolitanos. Diariamente, los voluntarios de Corriente dedican sus esfuerzos a pavimentar carreteras, construir servicios higiénicos, sistemas de iluminación y luchar por un hábitat urbano sostenible. Esta batalla es la columna vertebral del movimiento, que sin embargo tiene aspiraciones más holísticas y en solo dos años ha sido capaz de crear un complejo sistema de comisiones para mejorar las condiciones de vida de los miles de aldeanos y villeras bonaerense.
Las Comisiones y la Escuela Popular nacen. La Comisión Ambiental maneja el tema de los desechos ya que el gobierno no proporciona suficientes contenedores para la eliminación de la basura y se preocupa por mejorar la conciencia ecológica de los inquilinos con proyectos como el de las cooperativas de reciclaje. Daniela, de la Comisión de Género, me cuenta sobre el gran avance realizado con la inauguración de La Casa de las Mujeres, un lugar para tratar temas como la violencia económica, la familia y la educación para la salud sexual y reproductiva: un tema sensible en un país donde el aborto es hoy una práctica ilegal. Otra iniciativa que parte de la Comisión de Educación y Cultura es el llamado Bachillerato Popular. Con la idea de crear un espacio de enseñanza horizontal, profesores activistas, estudiantes universitarios y profesionales organizan talleres, conferencias y seminarios. Entonces las horas de la tarde están comprometidas, dedicándose a la educación no formal y militante.
La autogestión, sin embargo, no es suficiente. Necesitamos fondos, respetamos las políticas existentes que prevén la urbanización y no el desalojo forzoso. En su momento, los militantes de la Corriente se asentaron en la Plaza de la República frente al Obelisco, pidiendo al entonves Jefe de Gobierno, Mauricio Macri que se respetara la promesa de urbanizar las villas. «Necesitamos agua y luz y queremos que los sistemas que nos permiten acceder a los servicios básicos. Las alcantarillas bajo la lluvia se llenan y se desborda.
En 2014, Ramiro Sorondo, hablando con periodistas extranjeros, arriesgaba que que Macri, durante siete de sus ocho años al frente del GCBA, no respondió a las necesidades de los ciudadanos que viven en las villas. Aseguraba que las leyes para la urbanización no se había respetado y las únicas construcciones realizadas en los últimos años han sido las viviendas de lujo». Sin embargo, quienes hicieron un seguimiento del vínculo Ciudad-Villas, encuentran que el establecimiento de las oficinas de Horacio Rodríguez Larreta en el hoy Barrio 31, es un paso significativo en la integración urbana y social de los habitantes de villas informales con los beneficios habituales para las estructuras urbanas prestablecidas
Las paradojas de América Latina se encarnan en el fenómeno de los barrios privados. El área urbanizada de Buenos Aires ha crecido en 350 km, de los cuales 35,000 hectáreas son enclaves principescos. Las fortalezas de la ciudad real que han alterado la morfología de la capital y no sin efectos secundarios. Estas ciudadelas están dotadas de medidas de seguridad extremas que han alimentado las tensiones sociales, la clara división entre las clases y la criminalización de la pobreza. Las cicatrices de esta división son visibles sobre todo en el suburbio bonaerense, pero no limitados a tal geografía: un ejemplo es Barrio Parque, justo al lado de la 31, que cuenta con aproximadamente 40.000 habitantes. Ambos barrios están divididos por las vías paralelas de los tres ferrocarriles con sendas cabeceras en Retiro.
Cámaras y puertas blindadas. Caminar silenciosamente por la capital y encontrarse con una villa no es algo raro, y para defenderse, Buenos Aires se ha apuntalado con cámaras y puertas blindadas. El miedo y la inseguridad son una epidemia lista para deflagrar, y los villeros sufren de un estigma social que hace que sea casi imposible encontrar un trabajo «Te ven en una villa y no te contratan», dice Ramiro. Ciudadanos invisibles, que «no representan a nadie», declaró el alcalde durante una entrevista de radio, casi como si quisiera convocar al escritor uruguayo Galeano, cuando en uno de sus famosos poemas se refiere a los dueños de la nada. Que no son, a pesar de ellos.
Las bases de la fuente final del informe es el Diario La Repubblica, con la firma Virginia Nigro. Traducción para Diario5 de Marcelo Zanotti