
Si salimos de casa no nos falta nada. Tenemos una de las más grandes ofertas de teatro del mundo, en todos sus estilos, géneros y subgéneros, tanto de característica comercial, off, underground, comedias musicales, vodevil, teatro de revistas, clásico y otros géneros teatrales conocidos y hasta experimentales. No nos faltan cines: los porteños amamos la pantalla grande y, cuando nos acordamos, nos vemos divididos entre amantes y detractores de Hollywood, tanto como defensores o críticos del cine argentino. Sabemos de recaudaciones, “tanques”, thrillers, películas en 3d, románticas, infantiles, testimoniales, de acción, de suspenso, históricas y de ciencia ficción.
En Buenos Aires estamos en condiciones de asistir a todo tipo de conciertos de música en cuanta variedad de género nos querramos involucrar. Y durante todo el año. Las opciones van desde la presentación de consagrados internacionalmente a precios inadmisibles hasta reuniones multitudinarias de público frente al escenario montado para el concierto gratuito de cualquier cantante, grupo musical o estrella de enorme popularidad. Aquí hacemos un alto para comprender que cuando de música popular se trata, nos hemos encontrado con que la música clásica está felizmente abarcada por esa forma de catalogar: se incluye entre los gustos populares; naturalmente, en una medida menor y siempre entendiéndose incluida en esa popularidad la línea mayor de compositores de música, léase Beethoven, Mozart, Bach, Ravel, Tchaikovsky, Joaquín Rodrigo, Bizet, etc.
Es posible que algunos de los conciertos aludidos sean de artistas de jazz. Pero no sería nada nuevo traer aquí la estadística ya conocida de la poca popularidad que el jazz ostenta en nuestro ámbito. Tanto es así que hoy es imposible encontrar como en 1994 un grupo de personas que reclamen en su calidad de oyentes de radio por la ausencia de una emisora que pase jazz. Aquel año, Radio Clásica, la original, que emitía en 97.5 FM había puesto en marcha y al aire, en forma provisional y durante sólo siete meses, la trasnoche completa con todos los géneros jazzísticos. Se llamaba Radio Jazz y abrió un camino que en su interrupción provocó la reacción del público que terminó reclamándolo con cartas a la emisora y hasta con algún petitorio a las autoridades políticas. Radio Jazz tardó tres años en retomar sus transmisiones y cumplir con la última etapa que se le conoce. Pero más allá de aquel movimiento que marca claramente la excepción a la regla, el género musical en cuestión, difícilmente sería el elegido para ofrecer espacios musicales en las emisoras.
Hay, si, cada tanto, destacados conciertos de jazz con músicos excepcionales, incluyendo los argentinos, muchos de ellos sorprendentes virtuosos. Algunos, muy buenos compositores, pero todos conocedores de que la difusión por radio de la música que ellos interpretan brilla por su ausencia. Quien escribe esto, en parte responsable de aquellos y otros ciclos dedicados al jazz en las emisoras de frecuencia modulada de la Ciudad de Buenos Aires, sabía que a pesar de la calidad y belleza de las grabaciones disponibles, era necesario presentar siempre alguna explicación, que más no sea mínima, para ayudar al público a degustar esos instrumentos, esas armonías. Y de ninguna manera estamos haciendo referencia a ninguno de los géneros elitistas del jazz, sino todo lo contrario: no éramos eruditos y probablemente por ese motivo conseguimos sembrar aquella semilla de la etapa 94 que desembocó en el reclamo y que permitió mantener encendida la llama para repetir la experiencia.
Y para escuchar música, si no salimos tampoco nos falta nada. Hoy en las radios tenemos todo. Podemos recorrer la línea digital de frecuencias o hacer circular el viejo dial y una inmensa oferta de temas pop de todos los tiempos y estilos puede ser encontrada, combinada con música tropical, rock en un espectro muy completo, folklore, tango, las emisoras de música clásica actuales, experimental, electrónica y hasta existen varias radios ofreciendo durante todo el día canciones religiosas. Pero ese “tenemos todo” al que hacemos referencia es irreal. Parece increíble pero en una ciudad en la que, como decíamos al principio, no le falta absolutamente nada en su oferta urbana de espectáculos, sólo puede encontrar jazz en apenas alguna emisora barrial (los vecinos que pueden captarla se benefician con FM Urquiza) y apenas pocos espacios sueltos en emisoras que pueden alcanzar a emitir programas en los que se incluyan standards de jazz adaptados o aggiornados al estilo pop, supuestamente y según los responsables artísticos para que llegue “ más fácil al oído”. Como siempre, es pobre el efecto si la oferta es pobre y ésta es tal porque surge de un pobre pensamiento.