
Mañana es 2 de abril. Malvinas. Y buena parte de los fríos medios de comunicación, hablarán del recuerdo de «aquellos» combatientes.
Al paso del tiempo y, como en un embudo inevitable hacia la verdad, caemos y recaemos en la observación de cuántas veces los guaraníes, (en la vida moderna, los ciudadanos correntinos) fueron carne de cañon y primera línea de defensa o ataque a la hora de enfrentar conflictos donde claramente había riesgo de que corriera sangre.
Se trata de una forma de tantas posibles para deschavar la hipocresía de tener un país en que “todos cumplen su función para defender la bandera”. Cuando la verdad es que el trabajo sucio –al no haber ya población negra suficiente- lo comenzaron a hacer definitivamente los argentinos del litoral, en su mayoría, étnicamente guaraníes.
Dice el título de The Telegraph del 27 de febrero de 2010: “La Historia oficial británica de la Guerra de las Malvinas es considerada demasiado pro-Argentina”. Y la bajada expresa que los isleños critican la historia oficial del Gobierno acerca de la guerra de 1982, alegando que contiene una serie de errores «serios» que lo transforma en demasiado comprensivo con los reclamos de la Argentina por el territorio.
La provincia de Corrientes sufrió tres intervenciones a su gobernación autónoma y federal por parte del gobierno nacional, lo que la convierte –también por esta vía- en la provincia más sancionada políticamente de la historia del país. Es una tierra con poco “vínculo directo y real” con el poder central, poco promocionada en los paquetes turísticos globales a nivel interno y, como corolario, recibe la mayor cantidad de vituperios discriminatorios, debido a que a la tilingada argentina (especialmente porteña) no le sienta cómodo escuchar chamamé, género musical medular del nativo del litoral.
En resumen: la porquería habitual de trato que se le suele conceder a los argentinos de alma guaraní, entrelazada con la decisión de los más poderosos de interferir hipócritamente en su política y luego mandar a sus hijos a las guerras para defender la Patria, hace que el correntino compruebe que siempre se lo marginó y se lo usó.
He crecido en Buenos Aires escuchando a tantos padres de mis amigos y compañeros de escuela, miembros de la clase merdia perfecta, durante mi infancia en los 60 y 70, que la frase histórica de “cuando la Argentina entre en guerra, Corrientes la va a ayudar” popularizada también en algún chamamé, era una sensación arraigada en el pueblo correntino de no querer ser parte de la Argentina.
Primero: si tomáramos en cuenta que en la guerra por la que la Argentina se consagró como país agresor, asesino y traidor -es decir, la Guerra de la Triple Puta Alianza, contra el Paraguay- los correntinos vieron cómo desde un lado del Pilcomayo se planeaba la aniquilación de miles de sus hermanos de etnia, bien valdría que Corrientes le planteara con firmeza, a los grandes centros de poder del país que, ante el evidente e insoslayable desamor de esas pretendidas castas por las costumbres y la cultura y correntinas, una decisión separatista haría justicia de cabo a rabo.
Hoy, aparte de quedar comprobado que eso no es verdad, se puede deducir que la lucha más importante no es contra los discriminadores, que jamás se extinguirán, sino por imponer la dignidad de los ciudadanos perturbados, como han sido cada uno de los históricos casos en que los correntinos no fueron tratados como argentinos.
[…] Ya este año, en vísperas de la recordación de nuestros héroes, Diario 5 publicó: Guaraníes siempre sacando el pecho por los porteños. […]
Hola, pasaron muchos años desde que escribiste esta carta de amor a nuestra preciosa provincia tan marginada dentro de la sociedad argentina, casi olvidada por aquellos que nos deben la vida y su existencia… Aún así, quiero darte las gracias por aportar un pedazo de montaña a esta lucha en el reconocimiento de lo que es nuestro, masacrado vilmente por el oligarca porteño. Desde lo mas profundo de mi corazón, gracias.