Existen precedentes de leyes que obligaban a sostener estructuras de comercio y servicio que beneficien a la sociedad, como condición sine quanon para encarar un servicio (que básicamente depende del estado) que represente un negocio rentable. Es como cuando para tomar una licencia de emisora radial en una ciudad importante, era, a su vez, obligatorio hacerse cargo de una radio de frontera.
Con «Los 36 Billares» debería suceder lo mismo. En realidad, nos equivocaríamos si partimos de la necesidad con nombre y apellido. Antes del «huevo»que significa querer recuperar un emblema de la Ciudad, deberíamos apelar a la «gallina» de tener una normativa que obligue a mayores compromisos por parte de los empresarios.
La Argentina es una nación con un nivel de consumo per cápita combinado con el consumo por ingresos, que proporcionalmente resulta de los más importantes del mundo. Esto significa que las cadenas de comercio tienen demasiado asegurada su rentabilidad con sucursales, franquicias o con carros ambulantes. Esta podría -y debería- ser una fuente de solución de muchas empresas quebradas de las que nos daría mucha pena perderlas del horizonte de actividad, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en las otras grandes ciudades del país.
En el caso de este bar, hago votos personales por la opción real de recuperarlo, ya que es el mayor símbolo de la bohemia de juventud en los tiempos de la recuperación de la democracia, que me abarca, más el detalle de haber sido el espacio que albergó mi diálogo de conquista más claro.
Expresada nuestra mirada sobre la situación y lo que entendemos que se debería hacer, vamos a apelar al diario Clarín, cuya edición de la víspera presentó la situación actual del emblemático reducto porteño.
Carlos Allo.
Nota en la Sección Ciudades de Clarín del 6 de diciembre: El bar Los 36 Billares ayer fue declarado patrimonio cultural de la Ciudad por la Legislatura porteña, en un intento por evitar su cierre. La ley, que fue aprobada con 53 votos a favor,impide el cambio de uso del local de Avenida de Mayo 1265, que habría sido comprado por La Continental para convertirlo en una pizzería de la cadena.
La iniciativa aprobada pertenece a los diputados del Frente para la Victoria Gabriela Alegre y Juan Cabandié. La norma declara a Los 36 Billares bien del patrimonio cultural de Buenos Aires en las categorías “sitio histórico” y “expresiones y manifestaciones intangibles”, en el marco de la ley 1.227. También declara a sus bienes como patrimonio cultural porteño en la categoría de “objetos y colecciones”, por “su destacado valor antropológico, histórico, cultural y social”.
Hace una semana, Clarín reveló que el tradicional bar de la Avenida de Mayo va a cerrar antes de fin de año para convertirse en una pizzería. Los rumores indican que el nuevo dueño del local es la cadena La Continental. También se dice que la obra de transformación arrancaría en enero.
Los 36 Billares fue fundado en 1894 y es conocido por sus shows en vivo. Además, es un punto de encuentro para jugar a las cartas y, por supuesto, al billar. Si bien ya estaba incluido dentro de la lista de Bares Notables de la Ciudad, eso no impide que cambie de rubro. También tiene protección edilicia, porque está dentro del Area de Protección Histórica 1: cualquier modificación debe ser autorizada por el Gobierno porteño. La nueva ley, explicaron en el despacho de Alegre, impedirá que sea utilizado para otro fin que no sea el de bar.
La preocupación es el triste antecedente de la Confitería Richmond, que cerró hace más de dos años en la calle Florida. En aquel momento, una marca deportiva quería abrir en ese local una casa de venta al público. Pero durante el conflicto, la Legislatura aprobó una ley declarándolo “sitio histórico”. Además, un juez hizo lugar a una acción de amparo de la legisladora kirchnerista María José Lubertino y frenó cualquier “medida de enajenación, transferencia, modificación o destrucción del edificio sin la autorización expresa y fundada” del Ministerio de Cultura porteño. Lo cierto es que desde entonces el local está cerrado y en un estado de abandono.