• Diario 5 -Buenos Aires, lunes 9 de diciembre de 2024

Las imágenes que se muestran en esta nota, no solamente son reales, sino que dispararon para el autor, en forma personal, sensaciones para la confección de una idea global acerca del vínculo entre el porteño y la lectura. Sabíamos acerca del protagonismo que un libro podía tener en las manos de un pasajero en cualquier transporte público en la Ciudad de Buenos Aires desde hace mucho tiempo. También sabíamos que en lo que se podía medir desde los últimos 20 años a hoy, era el efecto en merma de esa costumbre, aunque, sin embargo traemos aquí algunas buenas noticias.

Ya sabemos de lo insoportable del ruido que los seres humanos debemos soportar si decidimos viajar en subterráneo. Este es un tema del que nos estamos ocupando en forma permanente, y por el que aprovechamos en este apartado para recordar que los gobiernos de De la Rúa, Ibarra, Telerman, Macri y Rodríguez Larreta aportaron nada o casi nada a la vieja promesa de ponerle paneles acústicos a los tramos entre estaciones para disminuir el efecto nocivo y enfermante del rebote sonoro que se produce en los túneles cuando el tren está circulando. Hasta el hartazgo hemos marcado que este problema se multiplica en los tramos entre estaciones cuya traza va en curva, por lo que se suma el castigo al oído de todo el ruido ya descripto, más el del chirrido de la fricción entre las ruedas y las vías, también multiplicado por el rebote sonoro del propio túnel.

Ya se sabe que el resultado de esto es la prueba exacta de que los funcionarios que jamás se suben al Subte ni a ningún transporte público. En este caso, de ninguna manera estamos señalando a funcionarios del Gobierno de la Ciudad, ni actual ni anteriores, en forma específica, sino que incluimos a los nacionales y hasta sumamos a miembros del Poder Judicial, obviamente el Legislativo, comunicadores de los medios de comunicación con mayor llegada y hasta los defensores del Pueblo: la inmensa mayoría de todos ellos circulan en automóvil, tanto propio como perteneciente a la repartición para la cual trabajan, incluyendo chófer, por lo que nunca están atentos a estas estupideces que afectan a tanta gente que ellos desconocen.

Pero vayamos a la buena noticia. Aquella merma de amantes de la lectura que se observó desde los años 90 hasta los tiempos del avance ultraveloz de la tecnología digital, ahora muestra una gran reversión y en los transportes públicos, los motivos para ver personas con la cabeza gacha, incluyen, un poco más que antes, a las que sostienen un libro entre las manos, sin perjuicio de la inalcanzable mayoría de personas que al observárselas en esa posición,  comprobamos que están manipulando sus celulares.

La etapa de mayor observación de personas leyendo en los transportes públicos coincide con el regreso de la democracia. Claramente en 1984, en coincidencia con una etapa en la que las carrocerías de colectivos se modernizaban y se presentaban con una proporción de ventanas inmensamente mayor a aquellos colectivitos redonditos, que hoy son recordados en artesanías y souvenirs porteños, la gente se sentía libre de manifestar su avidez por algo que hasta entonces entraba en las listas de lo prohibido. El entusiasmo era tan visible, que no era raro ver hasta tres personas dedicarse a la lectura aunque no hayan conseguido asiento, entre cuyos beneficiarios podrían sumarse hasta seis lectores más. De ninguna manera, hoy, nos vamos a encontrar con esa performance de lectura pública entre porteños. Pero somos concientes de observar que la “biblioteca móvil” sigue activa y nos hace abrigar una esperanza en función de entender que la reserva cultural Argentina, aunque se achique, se alimenta permanentemente.
One thought on “Lectores viajeros”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *