La mayoría de los protagonistas de la vida política argentina le pide a los otros lo que ellos no hacen.
Los que denuncian a los medios por influir con odio, lo hacen con tanto o más odio.
Negar está tan mal como machacar.
Las acciones que podrían llevar a la sociedad argentina a un guerra civil antes de 2040 se multiplican todos los días y hay un grupo de responsables de haber puesto al país en este espantoso sendero , barranca abajo, hacia el peor de los escenarios.
Los responsables son todas las personas que han tenido un cargo en la función pública, electivo o bajo designación, en la Argentina, desde el 28 de junio de 1966, día en que se perpetró el golpe de Estado al presidente Arturo Illia.
Los antecedentes con las similitudes esenciales para afirmar esta desgraciada proyección, los encontramos en la España de 1920. Y las diferencias que más sobresalen a favor de la previa española es la lentitud con la que se propalaban las noticias, las tendencias y las decisiones de muchos de ir al frente con sus convicciones hasta tomar las armas para imponer su criterio.
El domingo a la mañana, un conductor en una radio de alto nivel de audiencia y dedicada a -graciosa e hipócritamente- hablar contra la influencia de los medios «hegemónicos» (*Diario 5 lo es, cuando quiere) dijo que al pueblo «hay que formarlo y armarlo».
La inmadurez institucional demostrada por os gobernante de este país desde 1810 hasta la fecha, no es otra cosa que un reflejo de la inmadurez propia de los integrantes de la sociedad.
Estamos tomando el peor camino y somos demasado pocos los que lo advertimos.