Múltiple significa “varios”. No significa “todo” ni “todos”. La Multiplicidad de Criterios Libres en 2012 es un valor que generará madurez política, tomando en cuenta que desde el poder se considera con claridad que en la “oposición” hay un verdadero poder.
Y es verdad: el gobierno tiene razón Hay una
verdadera conjunción de fuerzas que actúa por varios flancos procurando defender intereses y el campo de batalla está también multiplicado: leyes resistidas, causas judiciales que se estiran o diluyen,
guerra de comunicación en los medios masivos, jugadas de mercado por precios de insumos, manufacturas y servicios… un enjambre. Un enjambre de acusaciones, chicanas, desmentidas y psicopateadas hechas siempre, pero siempre y por siempre sin excepción “para la tribuna” (mi amigo Terto, de esta redacción, diría “para la gilada”.
¿Alguien duda de que somos la gilada, aunque nos evalúen con Coeficiente Intelectual 100/100 ?).
Cuál es el porcentual necesario de actos, medidas y decretos de un gobierno con los que un ciudadano debe estar de acuerdo para afirmar que es “oficialista”?
¿Qué porcentaje mínimo de decisiones del gobierno con las que no está de acuerdo un compatriota frente a la política de un gobierno nos hace concluír que esa persona es “opositora”?
¿Qué porcentual de reclamos de las corporaciones empresarias nos ubican simpáticamente con ellas?
Y si los reclamos fueran atropellos disfrazados, ¿alcanzamos nosotros a darnos cuenta? ¿qué porcentual de avivadas empresarias detectamos -o aceptamos, si alguien nos lo hace notar- para darle alguna venia, algún pulgar hacia arriba, a un gobierno que pretende atajar avasallamientos que pueden perjudicar a muchos o a la mayoría misma?
Si comprendemos que medir por porcentuales, partes o porciones es la verdadera cuenta que se debe hacer a la hora de analizar si estamos de acuerdo con los que gobiernan, ya que toman decisiones por miles de asuntos al año y si, a su vez, comprendemos que en la sinfonía del espectro opositor pueden sonar mezclados los clamores justos con los ruidos caprichosos, veremos que somos invitados e incitados a formar parte de alguna de las vertientes en pugna, aceptando la totalidad de sus criterios en cada caso. Es ahí cuando comprobamos que como sociedad política estamos débiles, rezagados de la madurez necesaria para comprender que hay que gritar con la misma energía lo que consideramos bueno como lo que nos parece perjudicial. Y a la misma persona. Del mismo modo en que, a veces discutimos con nuestros familiares o pretendemos advertir a un amigo que puede equivocar un rumbo en su vida.
Carlos Allo