Cuando somos niños, no llevamos una carga de recuerdos y condiciones. Simplemente experimentamos la vida. A medida que crecemos, la sociedad, los padres, las escuelas, el entorno que nos rodea, comienzan a imponernos reglas en torno nuestro: esto está bien y esto está mal, si hacés esto, te va a ir bien tendrás éxito.
Debido a los fuertes condicionamientos de nuestro entorno, comenzamos a desarrollar miedos:
– qué pasa si no tengo éxito
– qué pasa si estoy haciendo algo incorrecto
– tengo que ser mejor que los demás
Indefectiblemente, se desarrollarán la codicia, la envidia, los celos, el deseo y otros sentimientos que, en ciertas personalidades, hacen estragos con el bienestar de una persona.
Pero si una persona puede ver esto salteando las influencias y obviando las nocivas presiones a las que se someten los seres humanos a los pocos años de haber nacido, experimentando cada momento sin el dichoso condicionamiento, entonces él/ella disfrutará la vida como un niño, siempre.
Y es allí donde reside la Alegría de la Vida.
Mi niñez se reparte entre Mi Buenos Aires Querido y Bajo el cielo de París. ¿qué más se puede pedir?
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