Es el el efecto consecuente de amalgamar pericia, capacidad de deducción para operar en lago plazo y en urgencias, firmeza para no aceptar el aplauso fácil que confunda, inteligencia para saber ver que la economía se mueve en simultáneo en todas las áreas y talento para estimular a todos los sectores, fomentando una equilibrada reciprocidad en la que el gobernante pueda ver que se lo alienta a continuar en el esfuerzo.
A veces, no se nota. Puede ser por ausencia comunicacional de las autoridades. Otras, se nota que el efecto buscado no llega y el opuesto se hace cada vez más presente y evidente.
Se trata de un mérito y se regula con el tiempo que transcurre, mientras se gobierna. Cuando los gobiernos se inician, suelen ser -aunque no siempre- como un edificio: firme y alineado. La gobernabilidad hay que cuidarla y las armara para conseguirla dependen de la característica de la mismísima administración protagonista y de los actores que la rodean, sus fuerzas e intenciones.
El peronismo y los liberales siempre fueron fuertes. Por la vía política y por la económica. Sus intenciones (ambas agrupaciones con ideología de derecha) mientras gobernó Raúl Alfonsín siempre fueron las peores. Ya desde entonces se sabía que el peronismo sin Perón iba a destruir el país, paso a paso, como lo vino haciendo, sabiendo también que el pueblo, como consecuencia de cada desgraciada situación que dejó en la Argentina, en el período subsiguiente, iba a votar al liberalismo,(su alter ego perfecto) los que llevarían adelante políticas contrarias. Ambos grupos, peronistas y gorilas aportaron sus grandes mazazos a la demolición de la Nación.
Muchos creen que la situación de la Argentina es consecuencia de lo ocurrido en los últimos 10 años. Pues bien, esa gente está repartida entre el edificio de la primera foto y el barco de la segunda