¿Qué significa ser inclusivo en una etapa de campaña para intentar conseguir que la mayoría ponga un voto por un candidato a Presidente? Significa un esfuerzo. Lo reconocemos aquí y ahora, en este espacio que ama encontrar cualquier detalle que transforme la idea de inclusión en una realidad, por pequeñita que sea. Reconocemos que los candidatos están desesperados y, tratándose de que quieren obtener resultados a costa de lo que sea, más que “inclusivos” parecen “abarcativos”.
Eso significa que con el poco tiempo que les queda para la captura de la intención de voto de unos 24 millones de argentinos, consideran que poco les rendiría hacer una referencia a algunas novedades que sumen alivio a las minorías con vulnerabilidades. Pero se equivocan. El global colectivo de ciudadanos que se encuentra involucrado en la temática de la discapacidad es tan grande que ningún asesor ni experto en imagen está preparado para entenderlo. Igualmente, no está mal que no lo entiendan. Es más: es preferible que no lo entiendan, así no asesoran a los candidatos con tendencias hipócritas. Expliquemos esto para entenderlo con claridad.
Los allegados a una persona con discapacidad varían en cantidad, según la conformación de la familia. El afecto y los deseos de ver a estos seres queridos en mejores condiciones los involucran profundamente. Supongamos que una persona con discapacidad encuentra que un candidato a la Presidencia se ve realmente comprometido con la causa de la inclusión o se lo ve trabajando con buena energía en los temas de accesibilidad.
Entonces, toma claramente la decisión, sabiendo a quién va a votar. ¿a quién creemos nosotros que votarán su madre, su padre, sus hermanos? Si te vieras en la situación de que una discapacidad afecta la vida de tu mejor amigo. ¿a quién creés que votarías vos, si aparece un candidato que le promete a tu amigo mejores condiciones de vida? ¿a quiénes votaría el resto de los amigos de tu amigo, si es que están realmente involucrados con la situación personal de él? Todos ellos votarían al candidato presidencial que les deje un mensaje claro de atención y compromiso a las personas con discapacidades.
Por eso, para evitar eventuales caídas en la tentación de transmitir un mensaje acomodado a las circunstancias electorales y arriesgarnos a que cualquiera de los candidatos se transforme en un hipócrita o un mentiroso de gigantesco calibre, es preferible que sus asesores sigan parados en sus ridículos pedestales de algodón y no entiendan nada de este asunto. Es preferible que no se den cuenta de lo importante que sería–matemáticamente hablando- el número de personas esperanzadas en que los temas referidos a la discapacidad se incluyan seriamente en la agenda de un candidato.
Pero más felices se pondrán los seres queridos de una persona con discapacidad, si luego de estar en la agenda de un candidato, esas ideas y proyectos pasen a estar en la mente de un estadista que alguna vez fue candidato. Se sentirán, entonces, aliviadas, satisfechas y felices de que la atención a la discapacidad sea una política de estado.
Mientras tanto, es preferible este silencio referido a a las temáticas inclusivas y beneficio a personas con discapacidad, a que digan lo que se podría intuír que las personas que asesoran a Macri y Scioli les recomiendan que digan. A muchos les gustaría que lo hicieran para deschavar el nivel de desorientación e improvisación en el que ha caído la actual generación de la clase dirigente argentina pero es preferible que eso no suceda, ya que la propia sociedad tampoco tiene demasiada autoridad moral en estos temas. Ni en otros. Scioli y Macri pueden aprender porque a los dos se los ve con ganas, mientras que el pendejo que no saca la vista de su smartphone para ayudar a subir a alguien en silla de ruedas a un colectivo, no. Qué se le va a hacer, argentinito. Sos lo que sos.