Observando la cantidad de veces que por “respetar las normas” los colectiveros dejan sin posibilidad de subir a pasajeros porque no se encuentran exactamente en la parada, incluso habiéndola dejado atrás apenas dos o tres metros, lo que significa un gigantesco absurdo encontrar el sentido común, nos planteamos algo nuevo.
Observando que esas acciones se repiten, en su mayoría, en perjuicio de personas vulnerables y hasta muy vulnerables, como ancianos, ancianas, personas con discapacidades, personas cargadas con paquetes, bolsos, valijas, objetos pesados, rostros que delatan cansancio, piernas que se doblan en la rodilla y mucha impotencia, nos planteamos que debe haber algo más poderoso.
Observando que en principio el argumento de los choferes de colectivo hace referencia a un pedido de los dueños de las empresas, que imparten la orden de no abrir las puertas de los colectivos en ningún lugar que no sea la parada correspondiente y que después, en una observación más profunda, alcanzamos a notar claramente la asquerosa satisfacción interna que muchos de ellos, sentados empoderadamente frente al volante, demuestran a la hora de dejar insolidariamente a un pasajero sin viajar, incluso sabiendo que su compañero “ de atrás” más cercano tardará en llegar a ese punto del recorrido no menos de 20, 30 o más minutos, entendemos que es necesario barrer urgentemente con el reglamento de paradas de colectivos en la Ciudad de Buenos Aires.
Observando que los choferes no incluidos en las observaciones anteriores (minoría poco visible) hacen saber a quienes preguntan los motivos por los que se producen estos desaires, revelan que, en el caso de producirse un accidente, con relación al momento en que el ómnibus se detiene para acceso o descenso de pasajeros y no se encontraba en la parada correspondiente, la compañía de seguros no cubrirá la póliza, consideramos que hay que cambiar toda la estructura referida a paradas de colectivos, no sólo la Ciudad de Buenos Aires, sino en todo el país.
La Legislatura porteña debe tratar, en forma urgente, una ordenanza que abra el juego, las mentes y la solidaridad, de tal modo que, cuando se considere necesario, el no estar junto la parada de colectivo no sea un impedimento para que un pasajero pueda subir.
¿Seguridad? Ese no es un argumento válido ni sostenible. Suben y bajan a pasajeros en medio de una calle o de una avenida y entre otro vehículos, muchas veces bajo la lluvia pero como se trata de que la detención se hizo “a la altura correcta”, es decir, en el punto de la calle que se encuentra a la misma altura en que se encuentra una parada, entonces, el chofer abre las puertas, aunque se trate de una acción peligrosa, mientras que si se encuentra junto al cordón, detenido –por ejemplo- porque el semáforo le impide avanzar, con el escalón de estribo bien unido al cordón de la vereda, el conductor no abrirá la puerta porque no se encuentra en la parada.
El sistema de transporte en el AMBA es lo más hijo de puta que se puede establecer, ya que la sociedad misma acepta que así lo sea (debido a que cumple con el estándar mencionado) y, no olvidar, que la mayoría de los choferes de colectivo en la Ciudad de Buenos Aires y de la Argentina no difieren ni un ápice, en su condición personal, de la calificación que le hemos asignado al sistema, por una sencilla razón: pueden ser buenitos en su casa, con sus hijitos, con su mamita anciana o con los acreedores que os aprietan por sus deudas pero estar al volante de un vehículo público y al control de una puerta por la que pueden tomar la decisión de abrir o no para que un desconocido viaje o no, es una forma pedorra e hipócrita de tener poder, de sentirse vanamente poderoso, de jugar infantilmente -y con mucha perversidad- a ser Terminator, He-Man o RoboCop. Pero resulta ser –apenas- un miserable afiliado a UTA, desesperado por las horas extra, por la cuentas de los feriados trabajados para levantar unos mangos más y preocupado por la zona de inseguridad por la que toca pasar en cada vuelta.