La actual tendencia a ni siquiera excusarse cuando se toma por pelotuda a la población ajena al poder, proviene de las cátedras que José López Rega impartía en el Ministerio de Bienestar Social, apenas muerto Perón, en 1974.
Es el momento. En realidad, debería serlo. Lo trascendental sería que la energía de una sociedad indignada en un grado irreconciliable, los ponga knock out a los quienes hoy quedan evidenciados en su traición, para que nunca más vuelvan a la función pública. Pero nos estamos acostumbrando a que ganen ellos demasiadas veces. Ganan. Ganan con trampa. Ganan porque se sienten más. Ganan porque se imponen diciéndote «salí de acá, pavo, no me jodas». Ganan porque -aunque te demuestren distancia entre ellos, dividiéndose falsamente por- en realidad están unidos por la forma delictiva con la que alcanzaron sus abundancias.
Lo más notable de la temeridad con la que se manejan los más audaces rapiñadores del patrimonio que nos pertenece a todos, es que, a pesar del paso del tiempo y de la demonización que la sociedad toda hizo de los tiempos del lopezreguismo, sus discípulos nunca se retrajeron. Siempre expandieron. Son los que día a día, confirman que el peronismo sin Perón destruye más de lo que construye. Bien del viejo brujo.
Los encargados de trasladar la primera de las partidas de la vacuna Sputnik V, en el mes de diciembre de 2020, habían notado la ausencia de un «ladrillo» con 3.000 dosis. Si ahora, que se desencadenó -sin un ápice de exageración- uno de los escándalos más asquerosos de la historia política de la Argentina, que son 3.00 las dosis que «distrajo» el Ministerio de Salud para vacunar a la alta casta, no es aceptable que el gobierno haga una lista de sólo 80 personas que se vacunaron fuera de la planificación pactada como legal.
¿Por qué no encarcelarlos? porque demostrarían, abogados bien pagos mediante, que no cometieron delito. Y el primero que lo logrem sentará precedente y ninguno irá preso. Y aunque fuera un delito grave, ellos encontrarían formas muy efectivas, como hasta ahora, por otros tantos motivos que los deberían depositar en la cárcel- para zafar con gracia.
La condena social «global» no sirve. Nunca es suficiente y se diluye con el anillo de Grondona («Todo Pasa»). Es necesaria una condena individual explícita, ciudadano por ciudadano, que manifieste su juicio eventual, no en sus escritos personales ni en sus libros de memorias o en sus cuadernos de vida, no. En internet y disponible para todos. Para que a los señalados les quede claro que si le robaron el turno de vacunación a personas que lo necesitaban antes que ellos mismos, uno por uno de los que nos damos cuenta plena de lo que han hecho, les vamos a recordar su traición.
Traición.
Pocos se están animando a usar la palabra. Se trató de una forma de corrupción no vinculada con el robo de dinero o capitales, sino con el robo de derechos. El que roba bienes es ladrón. El que roba dignidad es traidor.
Como la caridad bien entendida empieza por casa, dejaremos nuestra humilde conclusión basada en un principio de justicia natural y a la vez, virtual. Como lo anticipábamos, nos conformamos con sólo expresar el veredicto que, si bien quedará latente, abrirá caminos de concientización en quienes decidan sentirse partícipes de la toma de postura: No tendríamos inconveniente alguno en manifestarles cara a cara que merecen la pena máxima. Claro está, ellos ahora entienden que de Covid-19 no se van a morir como se están muriendo otros, que no son considerados v.i.p.
Nuestra condena no se estaciona en el anillo de Julio Grondona. Y aunque López Rega haya muerto hace muchos años, para nosotros, jamás dejó de ser un hijo de puta. Lo más interesante es que para Horacio Verbitsky también lo era. Por lo tanto, la oportunidad es inmejorable para darle a entender al que lo quiera lograr, que los hijos de puta -les digan «brujo» o lo llamen «perro»- se ubican siempre de los dos lados de la habitual grieta de la política.