Estuvo el que más atrae al público: Osvaldo Gross. Y los organizadores lo sabían. Por eso fomentaban que las amas de casa y los vocacionales de la repostería le preguntaran por recetas, fórmulas, secretos, amalgama de sabores, pesos exactos de ingredientes y sus proporciones. El maestro respondía mientras, en simultáneo, preparaba exquisiteces como tocinillos del cielo.
La Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés de Buenos Aires (AHRCC) y el Ente Turismo porteño fueron los responsables de cambiar de destino al más emblemático escenario político e institucional de la Argentina y convertirlo en una magnífica clase de patisserie. Se llama “Probá Buenos Aires” , la primera semana gastronómica de la Ciudad.
Había 300 personas que anotaban, observaba y aprendían.
El ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, se encargó de abrir el evento y se encargó de destacar que “la gastronomía es uno de los atractivos turísticos de Buenos Aires. Dijo que la Ciudad saca la cocina a la calle, y para eso elegimos lugares simbólicos, en este caso, Plaza de Mayo. Jugando con los simbolismos, agregó que de alguna manera se quiso recrear las postales típicas de la Ciudad, pero sumando nuestra cocina.