
No va la colectividad gallega. Portugal estará acompañada hoy por la producción cultural y gastronómica del Uruguay
La poco habitual combinación se debió a las desinteligencias generadas en el seno de las mesas dirigenciales de la colectividad gallega, la que se preveía compañera de celebración de la portuguesa, por una afinidad prácticamente, obvia. El típico chiquitaje del «tú sí y tú no» de quien tiene algo de poder, termina haciendo crecer hasta dimensiones inconmensurables el mensaje hernandiano de que si no hay unidad, los de afuera se los devorará. No es que los representantes de la comunidad charrúa hayan devorado a nadie pero había que establecer una oferta de significativo volumen y la colectividad portuguesa debía ser acompañada.
No es la primera vez que los dirigentes de instituciones como el Centro Galicia, heredero político, económico e institucional de las cuatro instituciones gallegas mayores que hubo en la Argentina (los centros Lucense, Pontevedrés, Coruñés y Orensano) se planta sobre un pedestal absurdo y atomizador frente a decenas de oportunidades de generar beneficios para sus congéneres y para la comunidad toda.
Han sido años de no trabajar con conciencia plena para acuerdos de cooperación entre los gobiernos argentino y español y sí estar presentes en cuanta fiesta inaugural, ágape de homenaje o cóctel político pudiese haber en los suntuosos salones del Club Español de Buenos Aires.
Han sido años de dirigentes cuyas antenas se activaban a partir de que -desde 1982, en España y durante todos los gobiernos- se tomó la determinación de brindar diversas ayudas económicas a las entidades de la diáspora, en pos de mejorar la vida de los españoles emigrados, aunque sin perder de vista que se los estaba invitando a votar a la distancia.
El fin de la Guerra Civil en su tierra nunca los invitó a firmar la paz a lo lejos. La Federación de Sociedades Españolas, con centenares de instituciones que representaban a nativos de toda España, aún debe sacudir su ropa de tanto polvillo franquista que la cubrió y con el que en la Argentina, aún combate ideológica e institucionalmente y desde hace casi cien años, contra sus difusos adversarios. Del otro lado del espejo argentino de la espantosa contienda hispana, un mix diluido de rancios pero aburguesados militantes de izquierda, enarbolando -en nombre de posición republicana de entonces- todo tipo de estandartes que los identificara con algo -aunque sea- de la vida revolucionaria. Claro que en otro país, un tanto más seguros y bien alimentados. Las voces de muerte que sonaban cerca del Guadalquivir ya les quedaba demasiado lejos en tiempo y espacio.