Sólo los soldados son la esencia de una reivindicación de derechos con la que nos machacaron durante más de un siglo y medio y que una generación de militares terminó por bastardear con un cinismo que aún nos afecta.
Dignidad y honor. Es lo que los conscriptos combatientes de Malvinas, a quienes se los escondió al regreso de la irracional guerra a la que los obligaron a encarar, merecerán por siempre.
Esos jóvenes fueron llamados para el combate, en circunstancias que, dadas las normas y la forma de vida reinante en la Argentina de entonces, nadie podía discutir, rebatir o negarse y quedar impune.
Algunos militares creyeron que a un chico de 18 años que venía cumpliendo un servicio militar en el que sólo había que estar «al servicio de los militares», entrenándolo rapidito, con algunos esforzados arrastrones en el Regimiento 9 de Corrientes, dándole tres prácticas de tiro con un fusil desvencijado en Campo de Mayo o aprendiendo talado estratégico de matas en el Regimiento de Infantería de Montaña de Junín de los Andes, podía resultar suficiente como para cometer la crueldad de enviarlo al frente de batalla, sin el abrigo adecuado y sin la preparación psicológica que debe tener un hombre que va -nada menos- que a enfrentarse con su posible muerte o mutilación, repitiendo tal rutina cada día de permanencia en ese espantoso lugar, al que lo envió el burdo Estado argentino de la era de la dictadura, diciéndole que es «la Patria».
Honor permanente a ellos, apenas respeto a sus jefes inmediatos en el frente, indiferencia con los oficiales de mandos medios y repudio absoluto a los comandantes y sus subalternos de grado superior que los usaron para el -enhorabuena- fallido intento de salvar políticamente sus culos.
Todos los oficiales y suboficiales involucrados en la Guerra de Malvinas estuvieron cobrando sus pensiones desde el primer día, es decir, desde hace 40 años, justo hoy. En tanto, la pensión obvia, lógica, natural, indiscutible e innegable tardó años en ser una ley sancionada, reglamentada y establecida.
A esta altura de las circunstancias -y frente a tanto arrasamiento de las arcas de la ANSES justificando con argumentos arbitrarios, algunas asignaciones vitalicias que dan vergüenza- resulta de alta justicia la lucha por conseguir una pensión de reconocimiento por parte de los soldados que durante el conflicto bélico con Inglaterra, participaron de las acciones de apoyo dentro del teatro de Operaciones, especialmente en la provincias de Santa Cruz, Chubut, Tierra del Fuego y la base naval de Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca, en la Provincia de Buenos Aires.
No mezclar conceptos siempre fue beneficioso para obtener un resultado de pensamiento y así, poder actuar. Amamos a nuestros soldados y la gesta que ellos emprendieron por defender las Islas.
Que quede muy claro: No sólo condenamos a los ineficaces y ególatras comandantes al desprecio. Reivindicamos la lucha de los conscriptos muy por encima de la propia reivindicación de los derechos argentinos sobre las Malvinas. Nos importan mucho más nuestros compatriotas que las islas. Sabemos que ellos aman ese lugar porque les ha quedado arraigada esa lucha con esa espina clavada en el alma. Los respetamos tanto, que nos sumamos a fortalecer el axioma «las Malvinas son Argentinas», sólo por ellos.
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