El informe de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, elaborado por Alicia Agra y Nélida Domínguez, consiste en un material de gran valor para la comunidad médica.
El envejecimiento en nuestra especie comprende un conjunto de modificaciones bioquímicas, anatomofisiológicas y psicológicas consecutivas a la acción del tiempo. Aparecen algunos conflictos relacionados a esos cambios:
-imagen del cuerpo vs. autoestima
-deterioro físico vs. lucidez conservada
-autovalidez vs. dependencia
“¿¡Piensan que perdí mi capacidad para manejar un auto?!” (Miss Daisy)
Reconocer y validar tales cuestiones derivará en un envejecimiento normal, esperable, activo o en su defecto un envejecimiento patológico acompañado de un repliegue narcisista, tal vez somatizaciones, predisposición a accidentes, etc.
Dice Miss Daisy a su hijo “A menos que haya cambiado la Constitución, aún tengo mis derechos”
Se considera anciano sano aquel que mantiene en equilibrio sus esferas biológicas, sociales y espirituales sin afección patológica o anormal. A pesar de esto comienza a ser tenido en cuenta desde otro lugar. Indiferencia o preocupación, apego o corrimiento, algo cambia.
Todos los hijos saben que sus padres envejecerán pero cuando eso cursa surgen planteos y sentimientos que modifican el funcionamiento de la familia. El hijo deviene en padre y está atento a ese proceso mientras se enfrenta a sus propias obligaciones, mandatos y posibilidades. ¿Qué se espera de mí? ¿Qué debo hacer? ¿Qué quiero hacer? ¿Tengo resto para afrontar todo lo que viene? Aparecen nuevos interrogantes. Se vuelve vulnerable ante esa decadencia que anticipa un final y busca resolver aspectos pendientes y toda la incompletud de la relación.
GERONTOCOMIA es la disciplina que se encarga del cuidado de personas mayores.
Llamamos cuidador informal a toda persona que debe hacerse cargo de un familiar afectado por algún tipo y grado de dependencia, por lo general, éstas imposibilidades no son transitorias, llegan para quedarse. En muchos casos, los cuidadores informales cubren dificultades económicas y estructurales. Se exponen a mudanzas, a cambios de horarios, de rutinas y a desavenencias con otros familiares por toma de decisiones no consultadas.
Con frecuencia estas personas no registran con claridad que están cumpliendo el rol de cuidadores, inclusive no pueden recordar cuando empezó a serlo con exactitud, no lo eligió y al mismo tiempo no puede desentenderse. Consulta muchas veces por cansancio, agobio y culpas.
Las alternativas de opción pueden ser incorporar nuevas personas ajenas al núcleo familiar y rentadas que realicen este cuidado en el domicilio del anciano o el ingreso a una institución. Dado el incremento de la población de adultos mayores en los últimos años, mayor es el número de residentes en asilos o geriátricos estatales. Por infraestructura deficiente y poco personal especializado para cubrir las necesidades mínimas de atención, la calidad de vida de estos internos se ve deteriorada. Por lo general, la opción de institucionalizar al anciano se tiene en cuenta ante casos de enfermedad manifiesta, recurrente o crónica.
Cuidador formal es toda persona que asume la responsabilidad de accionar como soporte, ayuda o asistencia a otra persona o grupo en ejercicio de su actividad laboral o profesional proveyendo mejoría en la condición humana o estilo de vida.
Nuevos vínculos se arman, cuidador- anciano, cuidador-familiares. Elegir la persona indicada no es sencillo ni barato. Dada las posturas y actitudes más comunes de los viejos, es inevitable que se quejarán por la presencia diaria de un desconocido en su casa, por invasión de su privacidad, por gastar dinero en algo innecesario. Toda excusa será usada para marcar lo desacertado de la elección. Se entra así en una rueda de nuevos intentos con nuevas personas que cíclicamente serán cambiadas. Entra en juego también el reclamo del cuidador por perder su fuente de trabajo. Lo que suponía una solución es un nuevo generador de conflictos en la familia.
-“Ud. necesita un chofer y yo necesito un trabajo. Por qué no lo dejamos ahí?”
Cuidado y cuidador se estructuran con reglas propias, basadas en la empatía exclusiva de un vínculo de dos. Se desarrollan en el tiempo, están ligadas a rutinas, hábitos, complicidades, comunicación e intercambio de saberes. De ahí la ventaja si esta suerte de acompañamiento permanece estable y permite poner de manifiesto instancias de necesidades mutuas y reciprocidades. Los cuidadores son los que proporcionan mayor información respecto del anciano, de su evolución diaria, de sus demandas, anhelos y deseos.
El trabajo de todo cuidador es muy estresante y a veces origina situaciones negativas para ambos integrantes de la dupla. Cuando esto ocurre (por lo general en cuidadores informales y formales de pacientes con demencia) algunos autores hablan de “carga del cuidador”, refiriéndose al momento en que sus actividades por la exigencia y atención que requieren, perturban su integridad psicofísica y decae su rendimiento en el desarrollo de sus tareas.
Algunas obras sociales y prepagas contemplan la posibilidad de cobertura en casos específicos que requieran la presencia de cuidador. Este beneficio es eventual y debe ser ampliamente justificado. Hemos comprobado que ese es un punto de máxima preocupación para el anciano. Es muy diferente su predisposición a aceptar la presencia de alguien nuevo en su cotidianeidad si ese gasto lo cubre el Estado, una institución o si corre por su cuenta.
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El informe «De Cuidados y Cuidadores» fue realizado por Nélida Domínguez y Alicia Agra en 2011 – Ver información previa