El problema no es el populismo en sí mismo, Alberto. Jamás podría -circunstancialmente- serlo, si hay un país sobrecargado de pobreza, de frustraciones, de injusticias, de cambios de rumbo pour la galerie, de discusiones por el reparto de migajas provenientes de una rentabilidad nacional más pequeña que la de un comisionista.
Entonces, ¿Cuál es el problema? La comodidad.
El populismo puede tener una medida pero no conformar la historia completa de una nación.
Cada decisión de ayudar de manera directa a la sociedad porque está imposibilitada de mantenerse a flote, tiene que estar «respaldada» con otra que implique que habrá posibilidad de que la sociedad algún día, saldrá -efectivamente- a flote.
Si me prestan, estoy en deuda. Nada que se diferencie del delirio de no tener registrado al profesional al que se le dio la oportunidad de estudiar gratis en cualquier universidad pública del país, sobre todo cuando queda comprobado que, gracias a esa carrera, el protagonista se abrió camino hasta alcanzar una riqueza personal más que evidente.
Es lo mismo. Aquí nadie se anima a pagar ningún costo político. Y los argentinos, distraídos con la ilusión de dejar atrás un años que los afectó, sinmedir cómo podría ser el que viene. Agua y ajo.