No es nuevo. Se sabe que la Comisión Nacional de Regulación de Transporte sólo trabaja para demostrar autoridad frente a las empresas de Transporte en lo concerniente a los aspectos económicos de la regulación y no aporta ni un ápice a generar un ritmo constante de pensar en acciones y tomar decisiones que beneficien a la población que viaja todos los días.
La actual normativa de pegar stickers en los asientos que, supuestamente, serían usados por personas que viajarían de frente a otras, permitiendo que -en simultáneo- que las que quedan de pie están desordenadamamente enfrentadas, en la estupidez infantil (con perdón de los niños) más evidente de los tiempos de pandemia.
Es evidente que todos los funcionarios que se dedican a regular, legislar o tomar decisiones ejecutivas acerca del transporte público se mueven todos los días en su automóvil particular. Y no desde hace poco tiempo. Ellos suelen hacer «pruebas» y se suben -con cámara encendida- a los colectivos y trenes para chequear la «experiencia» de qué es lo que sucede en estos ámbitos. Ellos saben que eso no es suficiente para generar la planificacion necesaria que derive en los cambios para mejorar los servicios. Pero ni ebrios largan prenda.
Cuando, en su oportunidad, se le preguntó a un miembro del directorio de la CNRT, propietario de tres vehículos para uso de su familia, cómo era posible que pudiera conocer los problemas de los que viajan todos los días en los medios de transporte populares, su repetidamente soberbia y flagrante respuesta fue que «la especialidad y el ritmo de conocer los temas del transporte les hacía a él y a sus compañeros necesitar de sólo un par de viajes para obtener la información necesaria en pos de las mejoras buscadas». Un verdadero canalla que, si bien hoy no pertenece más a la CNRT, al dedicarse a los negocios financieros, deja en claro que su paso por ella respondió pura y exclusivamente a la posibilidad de beneficiarse con los privilegios de la función pública jerarquizada, alto sueldo y eventual recepción de regalos empresarios.
Lamentablemente, el directorio actual de la CNRT no es diferente. Todas las decisiones que toman son malas, impensadas y perjudiciales para los usuarios. No combinan estrategias con el GCBA y los municipios para establecer una estrategia de paradas de colectivos, las libertades que se necesitan para que los transportes se detengan a subir pasajeros en circunstancias evidentemente necesarias, sin la militarizada regla de las paradas estrictas, porque ya hemos marcado contradicciones horribles que nos dan la razón y porque se jactan de que son quienes nos guían hacia una sociedad moderna.
Mentira.
En esta web hay suficientes pruebas de eso es una asquerosa mentira. El director ejecutivo de la CNRT, Ramón Arteaga habla demasiado. Habla como si su gestión fuera brillante. Y es apenas un cuasi mediocre. Hace menos de lo que haría cualquier funcionario estándar con el mismo presupuesto que le dan a él. Es una vergüenza para la línea política de Sergio Massa, a quien responde pero no parece rendirle demasiadas cuentas.
Recibir sanciones por incumplimiento de los deberes de funcionario público siempre es una buena solución en estos casos pero para poder arribar a buen puerto en tal viaje es muy necesaria la acción eficaz de los juzgados federales. Ya será.
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