
Observando escenarios similares, en las Ceremonias previas a los partidos de fútbol en los estadios de la Copa del Mundo en Rusia, tuvimos la oportunidad de comprobar cuánto y cómo los latinoamericanos se igualaban en la asquerosa actitud de los argentinos, con sus silbidos de trogloditas mientras se escuchaba en el himno de Islandia. Revisemos: los miles de hinchas mexicanos no silbaron el himno alemán, ni se les habría ocurrido; la torcida brasileña respetó -obviamente- la interpretación del himno suizo, a los peruanos ni se les pasó por la cabeza ponerse a chiflar el himno danés ni el público uruguayo iba a hacer un papelón faltándole el respeto al himno de Egipto.
El problema argentino no son los problemas propiamente dichos, sino que el argentino es como es. Peor problema que ser uno mismo el mismísimo problema no puede existir. Hay que asumir. Varias personas atribuyen estos problemas a la «falta de educación». Esas personas ya perdieron la dimensión del problema. se creen que educando a una generación nueva, lo que podría traducirse en unos 22 años, el problema del destemple humano de la Argentina se solucionaría. La hipocresía no tiene límites.
Cerramos el tema con la verdad más taponada, soslayada y escondida por los dirigentes políticos y por quienes aspiran a serlo: Ni Winston Churchill, aplicando su legendaria frase de prometer sangre, sudor y lágrimas al pueblo inglés que lo votó con inmenso sentido del realismo, podría abarcar la tarea que le esperaría a la Argentina si sus habitantes tomaran, de verdad, la decisión de hacer que el país alcance una instancia de dignidad sin ambigüedades.
Nos encanta, si otros otros lo hacen, tener algún héroe al estilo de Maradona, que los putea como en Italia 90 a los imbéciles italianos que silbaron el himno argentino. Los chilenos sí hacen lo mismo. Bueno, ya tenés con quienes compararte si te sienta comprender lo evidente. Hay algunos pelotudos que consideran que chiflar el himno de otros forma parte del folklore del futbol. La explicación, por un lado es real y por otro es bien irresponsable, bien pilatesca. Manitos bien lavadas, argentinitos bien caretas, listos para alguna estafita o un currito de la corruptela política.