Quienes pasamos nuestra crianza, mitad en la gran ciudad y mitad en algún pueblo de la Argentina, seguramente podremos coincidir en que una de las diferencias que más alimentaban nuestras frustraciones era la imposibilidad de andar con comodidad en bici por Buenos Aires .
Vale aclarar que no se trataba solamente de la Reina del plata, en cuanto a las ciudades que complicaban el pedaleo (sobre todo si éramos chicos). También Rosario era peligrosa y hasta el centro de La Plata requería de cierta pericia digna de personas de mayor edad para meterse en el centro con el amado vehículo.
Hecha la aclaración referida a los niños en bicicleta en las ciudades mayores de la Argentina (Córdoba no era tan compleja), nos ubicaremos en la proyección de una Baires encintada de caminos para andar en bici sin mayores riesgos.
Amsterdam lidera. Desde la época de “La Máquina de Mirar” los veíamos en las calles de Pekín. Estocolmo las tiene. Y desde Bruselas hasta cualquier pueblo belga compiten por mostrar los modelos más bellos. En realidad son centenares las ciudades del mundo en las que la bicicleta encontró sus senderos y sus fanáticos. De hecho, si lo pensamos en profundidad, es muy difícil encontrar personas que no consideren que andar en bici es un auténtico placer.
Esa satisfacción que nos viene desde tiempos de infancia y adolescencia se completa, sin ninguna duda, cuando el universo que gira alrededor de la bicicleta se pone al servicio de ella: las bicisendas o ciclovías eran, evidentemente, fundamentales; probablemente las circunstancias de la buenos aires actual hagan que muchas personas crean que no es posible utilizar la bicicleta debido a que un cierto nivel de inseguridad general que no hay que soslayar, aunque el grupo de riesgo más notable arriba de una bicicleta circulando en soledad por las calles porteñas es el menor de edad. Si bien es cierto que cualquier persona y a cualquier edad podría ser atacado y corriendo el riesgo de que cualquier resultado pueda darse de ese ataque, bien vale hacer conciencia de que todos hemos sido jovencitos que, aunque cargados de la natural soberbia de la edad, exponíamos abiertamente nuestra vulnerabilidad.
Por razones claras de la vida, nada de eso ha cambiado.
La cuestión es que ahí están los senderos. Los que tuvimos la oportunidad de atravesar la infancia o parte de ella en pequeñas localidades o pueblos, quizás suburbios de ciudades mayores, hemos tenido en mayor o menor medida la posibilidad de circular en bicicleta tanto por el área urbana como por terrenos y recovecos con espacios verdes o de tierra donde se formaban “ caminitos” para un andar en bicicleta cargado de fantasías y de aventuras. No es necesario llegar a tanto en el caso de la Ciudad de Buenos Aires: con que se pueda circular con comodidad será suficiente para los que se van acostumbrando al vehículo del pedaleo. Y digamos que con referencia a los ciclistas, hoy la ciudad está brindando algunas satisfacciones. Los mayores problemas con el nuevo armado de redes de ciclovías lo tienen los residentes en las calles sobre las que están trazadas estas sendas.
Los inconvenientes por falta de limpieza son los puntos más salientes en cuanto a las molestias que se sufren con este cambio de paisaje urbano. No obstante iremos presentando detalles sin apurarnos, para que vaya quedando en claro la serie de necesidades, como de las posibles soluciones, tanto gubernamentales como comunitarias.