Si se pretende que el sistema de bicicletas públicas, útiles para cualquier ciudadano porteño que desee usarlas, se transforme verdaderamente en un servicio público de gran jerarquía, se hará necesaria una planificación para la ubicación de estaciones de toma, de renovación y entrega en barrios lo suficientemente alejados del centro de la ciudad, que justifiquen su propia red. Zonas del oeste y Noroeste de la Ciudad de Buenos Aires no cuentan con la posibilidad de la llegada de las bicis amarillas.
Cualquier extranjero recién llegado a Buenos Aires que conoce el barrio de flores porque realizó el itinerario especial dedicado al papa Francisco y observó el gigantesco centro comercial que se derrama alrededor de la Plaza Pueyrredón y la iglesia de San José de Flores, comprenderá que se trata de un centro lo suficientemente importante como para que un servicio como el de las bicicletas (servicio que este extranjero también alcanzó a conocer a pocas horas de pisar Buenos Aires) lo incluyera con una o dos estaciones para acceder a una bicicleta o entregarla en devolución.
Pasa exactamente lo mismo con Chacarita, en su epicentro, la esquina de las avenidas Corrientes y Federico Lacroze, donde se encuentran nada menos que el cementerio más grande del país y una de las estaciones cabeceras de ferrocarril con movimiento de miles de personas al día. Aquí siempre surge el punto polémico: hay quienes dicen que no existe una voluntad directa de ubicar una estación de recambio de bicicletas exactamente en el lugar donde muchas personas descienden de un tren, porque podría darse el caso de que entre ellas aparezcan quienes puedan llegar a “vaciar” la disponibilidad de bicicletas de la estación. Pero este criterio es discutido por quienes dan a entender que ha sido muy buena la ubicación de la estación de bicicletas en la Av. ramos Mejía esq. Avenida del libertador, en la Plaza Fuerza Aérea Argentina (ex Plaza Britannia), exactamente enfrente de la estación retiro del ferrocarril Mitre.
Para muestra, sobre un botón. Se ha demostrado que no hay “malos lugares” para ubicar estaciones de bicicletas. Puede entenderse, que la aparición de nuevas estaciones extiéndala estructura de trabajo de los camiones que deben encargarse de redistribuir las bicicletas cuando quedan depositadas en forma desproporcionada en los distintos lugares de la ciudad en los que se encuentran distribuidas las casillas amarillas. Estos camiones deben encargarse de volver a llevar bicicletas a aquellas estaciones que en determinado momento del día se quedan con pocas o ninguna bicicleta y que por cálculo estadístico sea una hora en la que se estima que los usuarios no la depositarán allí por mucho tiempo.
Y así aparecen debo todo, La paternal, Mataderos, Villa Lugano, Floresta y tantos otros barrios a los que más temprano que tarde deberá llegar el vínculo ciclístico porteño bajo las mismas condiciones que aún rigen: a la vera de una bicisenda y gratis.