Durante la etapa original del programa Ensamble 19, en Radio Clásica Premium y a principios del nuevo siglo, en una nota de investigación coordinada por Roberto C. Neira, el inolvidable periodista reunió en una mesa a varios artistas plásticos a quienes les hacía múltiples planteos y preguntas acerca de las bases que debía tener un pintor, según el estilo, las tendencias personales basadas en los diversos nichos de aplicación de técnicas, de espíritu y vibración por un gusto, tanto con miradas nacionales y nacionalistas, como del paladar pictórico internacional.
En ese estímulo motorizador de diálogo, de querer escarbar hasta el alma a cada artista y ávido de conseguir como resultado que puedan develar secretos de su savoir faire o, por lo menos, que relataran el andar por el camino que va de la inspiración a la emoción, Roberto obtuvo de uno de sus entrevistados una frase que barrió con toda perorata posible que pretendiese describir la esencia de una actividad en la que se pueda requerir talento y profesionalismo: «cuando el pintor es, a su vez, dibujante, es como un médico frente a un paciente de riesgo. No anda pidiendo a las enfermeras que le hagan el trabajo previo. Sabe todo».
En ese lugar de multibrillo se halla la obra de Antonio Berni. Quien conoce profundamente las rutas artísticas que recorrió en genio de Rosario es el historiador y Asesor de Patrimonio del Museo de Arte Moderno, Marcelo E. Pacheco, quien se encargó de la curaduría de la muestra que se presenta en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires bajo el nombre «Antonio Berni. Revelaciones sobre papel». Se trata de 222 dibujos que dejan a la vista la tendencia a dibujar que jamás perdió el autor que hizo de Juanito y Ramona los más encumbrados personajes protagónicos del arte argentino.
El dibujo no es, para cierta escuela de pintura, una base necesaria en la expresión artística (se puede aprender mucho a partir de esta nota a José Daniel Peña Cabrera, ilustrador descomunal). Pero Berni lo necesitaba. Porque lo sentía. Pascual Battista, marchand que se inció como colaborador de Humberto Golluscio en La Casa de Antonio Berni, maravilloso ámbito de exposición permanente del artista aún en vida, solía mostrar a a sus allegados algunos garabatos formidables del autor de Manifestación.
A Berni se lo ve tanto dibujante como pintor en La siesta y su sueño,
Villa Piolín, Juanito va a la ciudad, Mercado indígena, Paisaje de París, La casa del sastre, El tanque blanco, El mundo de Ramona, Ramona en La Caverna.
Su tratamiento de fuertes temas sociales lo ubicaron en un lugar de privilegio a la hora de identificar a artistas argentinos con compromiso. Aparte de Manifestación, Berni pintó Desocupados, Los Hippies, Masacre y La masacre de los inocentes. Murales, óleos y técnicas diversas de artes plásticas lo tuvieron a Berni enrolado. Fue un grabador de jerarquía y sus trabajos en esta especialidad fueron expuestos en Nueva York en 1976.
Antonio Berni murió en 1981, mientras aún sobrevivía el asombro del público con su «Mujer desnuda en la Arena». Pascual Battista realizó una gran exposición de sus trabajos en el Salón Azul del Senado de la Nación, en 1988.