A esta altura y tomando en cuenta el poco interés por la precisión que reina en la red, la expandida confusión sobre la autoría de una famosa máxima ya se entremezcló con otras desinformaciones y a nadie parece importarle si proviene de la inspiración de Mark Twain o de un recopilador de citas llamado Joshua J Marine, al que tantos apelan para publicar una «frase del día». Premisa y conclusión rezan: «Los desafíos son los que hacen la vida interesante. Superarlos es lo que hace la vida significativa«.
A propósito de la maraña online, en la que para tantos aventureros parece haber un lugar, un site o una app que los haga sentir «artistas», no resulta para nada sencillo encontrar trabajos cuyo resultado deje en claro el talento y la capacidad propia del autor por encima de las muletas efectistas que suelen brindar las herramientas digitales.
Conocimos el exquisito trazo de José Antonio Ibáñez para plasmar situaciones humanas y urbanas. Durante más de 50 años dio vida a cartulinas, telas y papeles especiales satinados o granulados, con carboncillos, pinceles y lápices de todos los trazos.
¿Quién habría podido predecir que aquellos parroquianos meditabundos y esos ursos «pura mandíbula» desafiantes y a la vez tristes, podrían encontrar una nueva forma de fluir?
Quizás, el propio Ibáñez, quien, por pretender excusarse acerca del método aplicado para la composición de las piezas de arte que aquí mostramos, nos termina haciendo entender que en el devenir de cada dibujo todo es humanidad, ideas y una mano de artista que transfiere todas su aptitudes a un solo dedo.
Él mismo nos lo cuenta. Lo hace después de que le transmitimos nuestra sensación de comprobar que los dibujos mantienen su estilo personal, denotan vida propia y que están cargados de detalles para descubrir. Abogado de profesión, José responde con mesura: «Tené presente que son dibujos hechos en el móvil… a mano… digamos, dibujos hechos con mi dedo indice y herramientas tecnológicas que reemplazan bastidor, pinceles y acrílicos».
Ninguna truca, ningún filtro, ninguna trampa digital. Ni en los claroscuros, ni en las sombras cruzadas, ni en los bordes a contra color.
¿Qué dibujante de esta jerarquía podría necesitarlos?

Trucos, prestidigitación y birlibirloque quedan para otra faz de su condición de artista: Ibáñez también es mago, ventrílocuo y músico.
Ahora que ese hábil índice halló un camino certero para recorrer, habrá nuevas caritas tímidas de niños frente a un tren, soldados esperando el amanecer y papusas vestidas de Chantecler, con una bien legible firma en rojo que, día a día, gana cotización.