Presidente: En el periodismo, los medios de comunicación y la actividad publicitaria soportaríamos algo más de su ajuste, si ese ahorro beneficia a los jubilados de manera real e inmediata.
Aplicando una lógica difícil de digerir, el presidente dio por sentado que el poco dinero que se le pueda asignar como mensualidad a la persona que durante su vida laboral se anticipó a abonar su propio sostén para cuando llegaran sus años otoñales, responde a que los jubilados son «el sector etario menos pobre de la Argentina».
La falaz afirmación cae en el cinismo cuando se trata de que el propio titular de Poder Ejecutivo es experto en economía y estadísticas. «Encontrar» el dato de que los jubilados son el sector etario menos pobre, responde pura y exclusivamente a los compromisos que el mismísimo Estado debe afrontar, mientras que las personas de «mediana edad», no tienen, todavía, nada que cobrarle a las arcas públicas. Entretanto, esos hombres y mujeres algo más jóvenes, hoy se van pagando por anticipado su propia ancianidad supuestamente digna, aunque nadando en un mar de incertidumbres.
Si las medidas más fuertes que hoy decide tomar la administración Milei gozaran de algún tipo de garantía de sostén a través de los próximos 70 u 80 años, algunos de nosotros nos resignaríamos a bajar la cabeza y aceptar que las sigan desarrollando.
Pero hay dos temas que, naturalmente, dejan la preocupación abierta:
La primera es que, con la inmadurez política de la Argentina, no existe esa ni ninguna otra garantía de continuidad para ninguna medida como para que se convierta en política de Estado.
La segunda es que, en el caso de lograr tal hazaña y que se alcance a pergeñar una forma de recomposición real de las cajas de previsión, los jubilados que alcanzarán a percibir esos beneficios, en 2024, aún no nacieron.
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Nos quedamos con la sensación de que hasta Leonardo Fabre pudo, una vez en la vida, mandar hacer un cartel más o menos aceptable.