¿Vale la pena aplicar siempre el famoso protocolo?
Programar los semáforos de una gran ciudad es una tarea compleja que requiere considerar muchos factores. Los nuestros se conectan al Centro de Monitoreo y Gestión de la Movilidad Urbana. No es simplemente establecer un tiempo fijo para cada luz; se necesita un enfoque dinámico que responda a las condiciones cambiantes del tránsito.
Aunque parezca poco significativo, los flujos variables de paso vehículos hay que tomarlos en cuenta. En Buenos Aires, el volumen de circulación automotor fluctúa a lo largo del día y de la semana.
Peatones, ciclistas, vehículos privados y transporte público tienen diferentes necesidades.
Ahora, bien. Las manifestaciones en nuestra ciudad son moneda corriente. Ya conocemos el nuevo intento de mantener un tránsito fluido en Buenos Aires: el Protocolo Antipiquetes. Su aplicación debería depender de las circunstancias que compliquen lasa calles. Es exagerado usarlo para toda manifestación iniciada. No sólo no es tan necesario siempre, sino que tampoco hay siempre manifestaciones de más de 25.000 personas. Cuando los manifestantes suman una cantidad que excede cualquier opción de controlarlo por el sólo hecho de que se encuentran en las calles, hay que dejar hacer, ya que al día siguiente será casi imposible que se repita tal número para el gentío.
A veces, ciertas obras viales y eventos deportivos pueden afectar el flujo del tránsito que 100 piqueteros.
Los vehículos de emergencia necesitan un paso prioritario, siempre. Pero son cada vez menos las personas que asumen esa necesidad de estar atentos que cuando algo es urgente, los demás se corren.
La clave: Andar y respetar el andar del otro.
Tenemos el cinturón digital, mucha señalización y sistemas de control adaptativos, que recopilan datos del tránsito en tiempo real a través de sensores, cámaras y otras tecnologías. Se usan algoritmos complejos para analizar los datos y ajustar los tiempos de los semáforos.
Si bien programar los semáforos de una gran ciudad no es fácil, las tecnologías actuales y cierto enfoque adaptativo, optimizarían el tránsito y la seguridad vial.