• Diario 5 -Buenos Aires, viernes 17 de enero de 2025



Exactamente frente al palacio que simboliza nuestra Democracia. Frente a nuestros representantes. Frente al Congreso. Y frente al Anexo del Senado. Una realidad frente a las instituciones que no pueden esquivar su responsabilidad. Su culpa, si se quiere. Una verdad frente al círculo de las dudas que representa la Auditoría General de la Nación. Una demostración de operatividad frente a la ineficacia del eterno e interminable regreso de la Confitería del Molino.

Allí, en la esquinita de la dársena para transportes de Hipólito Yrigoyen y Av Entre Ríos, arrinconadita y sin molestar a nadie, silenciosa y solidariamente, un cucharón toma ritmo y la mano que lo maneja entrega, en cada levantada, un efecto que no se sabe bien si puede definirse como la felicidad del alivio o el alivio feliz. Y no es justo.

Nada de lo que se diga sirve para describir el universo de una olla popular. No hay por dónde empezar y nada es suficiente.

¿Es, acaso, una noticia más «importante» la presencia de una olla popular frente al Congreso Nacional, que saber que todos los días hay centenares diseminadas en todos los barrios de todas las ciudades de la Argentina?

Ni en lo más mínimo.

Es, apenas, una imagen que nos puede ayudar a desnaturalizar la aceleración de la debacle.

¿Es válido señalar a los gobernantes actuales por tal situación?

Para los que simpatizan con los que gobernaban antes, sí. Para los que apoyan a los actuales, no. Para los que piensan libremente, lo único válido que se obtiene, al comprender la gravedad de la situación, es sumar el actual a los siete gobiernos anteriores, desde 1989, como factotum societatis del desmembramiento social y humano de la Argentina.

 

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