Democracia afianzada. No madura pero firme.
¿Tenemos mucho que aprender, todavía?
Especialmente, a convivir.
Tener «convicciones» no convierte a nadie ni en Maradona, ni en Jean Jacques Rousseau, ni en el Che Guevara ni en Churchill.
Imponer nuestras convicciones por encima de la tolerancia nos convierte en una mezcla perfecta -mitad y mitad- de pelotudos y gente de mierda.
Imponer la tolerancia por encima de nuestras convicciones, cuesta, eh!
Cuarenta años en los que algunos aprendimos a vivir en Democracia.
Sólo algunos.
Que nadie se llame a engaño.
Cuarenta años más tarde del día más esperanzador de la historia moderna argentina, nos encontramos con una instancia que para -aproximadamente- la mitad de la población repite el espíritu de expectativa, mientras que para una parte indefinida de los ciudadanos, el período que se abre refleja la oscuridad que se le suele atribuir al gobernante de una agrupación política adversaria.
Arranca un nuevo gobierno.
Y pongamos a cero el TOLERÓMETRO.