¿Por qué se hace tanto hincapié en que el "Día de los Muertos" es más mexicano que universal? En la Argentina se escucha muy repetidamente esa teoría. Por un lado, nadie niega las costumbres ancestrales de los aztecas. Pero es necesario saber diferenciar los orígenes y la intencionalidad de las celebraciones cristianas para que no se nos mezclen más conceptos culturales de los que ya se nos han mezclado. La mirada de la Iglesia.
“Día de los Muertos” es simplemente un nombre popular para la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, que se lleva a cabo cada 2 de noviembre.
Hay muchas costumbres antiguas asociadas a la conmemoración de los difuntos: las visitas a los cementerios para realizar limpieza y orden de las tumbas, instalación de altares conmemorativos. En la Argentina no se avanzó en determinadas formas de conmemoración, pero hay países en los que los deudos llevan comida y la comparten junto a la tumba con platos especiales servidos ese día.
Todas estas costumbres y se remontan a los primeros días de la fe cristiana. La Iglesia siempre aconsejó cierta moderación en este aspecto. En las Confesiones de San Agustín, conocemos que su madre, Santa Mónica, tiene que observar las costumbres menos generosas de la Iglesia en Milán, mientras que en su natal África del Norte, las conmemoraciones de los muertos eran más festivas.
El punto principal del día era la oración, las obras de misericordia y la penitencia por los difuntos amados y una Misa con la intención de que ellos lleguen a su patria celestial. El cristianismo instituyó el “Día de Muertos” para centrar el amor de los encarnados hacia los difuntos, intercediendo por ellos y acelerando su camino desde la purificación hasta la bienaventuranza del cielo, desde donde -ello, a su vez- orarán por nosotros con gratitud.
La postura de la Iglesia aduce que existe una especie de versión mediática secularizada del Día de los Muertos promovida, por los medios y el mundo comercial, sin referencia a la Fé católica ni a la oración y misas por los difuntos. El vaticano -dando por sentado que dos celebraciones de fechas cercanas se vinculan de manera directa- remarca: «el énfasis está en calaveras y decoraciones espeluznantes o humorísticas (que no están mal en sí mismas), y les gusta fingir que es una celebración indígena de los nativos americanos, cuando en realidad el día no tiene nada que ver con la cultura de los nativos americanos, sino que es una celebración católica».
En nuestro país, la sola idea de que los 2 de noviembre podemos visitar el cementerio y ofrecer nuestra cercanía como reafirmación de la memoria en favor de nuestros fallecidos, es un acto más que digno y de suficiente respeto.