Es justo que se lo recuerde, que se le rindan homenajes y que se ponga en relieve lo mejor de sus políticas inclusivas y altos beneficios para familias en situación económica más apretada, sus estratégicas acciones en política exterior y su tendencia a fomentar un desarrollo de las manufacturas nacionales.
Después por las medidas, acciones, hechos, normativas e inclinaciones podrá haber algunas miradas críticas, otras contemplativas y las que sólo aplauden por amor a la doctrina, el estilo y la mística peronista.
Pero lo que no debemos a aceptar jamás es que se llegue a considerar que alguno de los detentores del comando del Partido Justicialista y todas sus derivaciones intrapartidarias, desde el 1 de julio de 1974 en adelante, se atribuya haber hecho algo digno del propio Perón.
Nadie se animó en la Argentina a decir que todo lo que Perón construyó lo destruyeron sus herederos. Nadie se animó aenfrentar a los peronistas con el busto de Perón en la mano.
¿Por qué?
Porque se utiliza con altísimo nivel de hipocresía la premisa de que «para un peronista no ha hay nada mejor que otro peronista». Y funcionó a la perfección mientras el líder llevaba el timón. Jamás debemos olvidarnos de su profundo conocimiento acerca de la tendencia a las desviaciones de su propia tropa: «Los muchachos son buenos, pero si se los controla, son mejores».
Nunca mejor expresado.
El general sabía que ninguno de todos los postulantes que tenía alrededor estaba preparado para ser ungido como conductor natural. Los intelectuales que lo asesoraban no iban a ser aceptados por las bases, mientras que sus fieles cuadros de las estructuras sindicales (la columna vertebral, como él la llamaba) no convencían al peronismo estudioso, especialmente joven, de los tiempos de la madurez del líder.
La conservación de una mecánica de manejo de la militancia basada en la negociación interna y la vocación por el verticalismo, le fue abriendo, sucesivamente la posibilidad de manejar el peronismo a neocaudillos que pudieran demostrar capacidad de arrastre territorial y -por ende- de movilización de grupos, muy por encima de sus dotes políticas globales y sus aptitudes para convertirse en funcionarios.
Lamentablemente, en el camino de enfrentar la verdad acerca de qué es lo que fue sucediendo con el movimiento popular más grande que se vio en la Argentina, devenido en Partido Político y dividido en decenas de partes, decenas de veces sólo queda por develar las deducciones finales:
- Absolutamente ningún dirigente peronista tuvo ni tiene la visión global en tiempo y espacio, la jerarquía carismática y la operatividad política de Juan Domingo Perón.
- No sólo están lejos de su nivel táctico y funcional, sino que casi ninguno se esfuerza por acercarse.
- Ingresar al peronismo en Siglo XXI no requiere de ninguna posición ideológica, preparación estratégica ni vocación doctrinaria.
- A muchos que ingresan de muy jóvenes a la militancia por lo atractivo del folklore partidario, les sucede que la maduración política les llega mucho tiempo más tarde que los escalamientos, las posibilidades de integrar listas y el acceso a cargos del Estado.
Perón afirmaba que lo infiltrados, al tenerlos adentro, son más peligrosos que los que están afuera». Hoy, sin una autoridad que esté en condiciones de decir quién es quién dentro del movimiento, quien ingresa a las filas del peronismo en cualquiera de su vertientes, puede transformarse en un «referente», tratando con grupos de militantes nuevos por whatsapp, reportándolo en un centro operativo o unidad básica en cualquier municipio.
Las posibilidades de especular que surgieron de la frase. «Mi único heredero es el pueblo», han sido infinitas. Y en el PJ lo saben. Se presta para que puedan sobrevenir intentos de liderazgo de cualquier origen y sin que se le pueda espetar nada, debido a que alegará un origen en el propio pueblo a quien Perón marcó como beneficiario de su testamento político. Pero, en realidad, hay mecanismos tácitos de interacción política que aseguren una aceptable convivencia. Nada más. De la función pública, ni mencionarlo.
Finalmente, los pichones de Pocho van a las redes sociales masivas y redactan, épicamente en cuatro renglones, que sienten que ése es su propio 17 de octubre. Hasta resultan sinceros cuando demuestran que confían en la cantidad importante de Likes que «les devuelve el pueblo».
Finalmente -y ante el evidente desenlace en favor de la segunda opción- en el genial presagio de Perón que rezaba «el año 2000 nos encontraría unidos o dominados», no incluir entre los verdugos a quienes se adueñaron de la marca «Peronismo» durante estos 50 años, es encubrir a una organización maldita que hace más por sobrevivir políticamente gorilizando a cualquiera de afuera y acusándolos por los desaguisados ajenos y propios, que por dedicar su energía a que alguno de los beneficios sociales impulsados originalmente por Perón, hoy se cumpla en un 100%.