En un apacible San Cristóbal de la Buenos Aires del S XXII, había un grupo de chicos traviesos conocidos en casi toda la ciudad como los «Volcadores de Basura». Estos pibes, por razones que sólo ellos conocían, se habían propuesto dar vuelta los cofrones negros en la calle, causando caos y molestia a toda la comunidad.
El líder de este grupo era un alborotador pecoso llamado Máximo, que tenía predilección por hacer, más que travesuras, quilombos de gran calibre. A Máximo se unieron dos eficientes cómplices, Luis y Joaco. Juntos formaron un trío inseparable de porteñitos de temer, decididos a dejar a su paso un rastro de cubos de basura volcados, al estilo de como se veía la ciudad en el pasado, allá por 2023.
Una soleada tarde de sábado, los pavos indentificados tilingamente como los Trash Can Tippers, decidieron que era el momento perfecto para atacar de nuevo. Se reunieron en su «lugar de encuentro secreto», la Plaza Anguita, junto a la bajada de la Autopista 25 de Mayo hacia la calle Sarandí. El sol brillaba y el brillo lúdico de los ojos de estos minidementes era inconfundible. Máximo, con su rebelde mata de pelo rojo, susurró su plan: «Hoy vamos por el grande: el contenedor de basura frente la puerta de lo del Sr. Tomaso. Siempre está de mal humor por eso. ¡Veamos si podemos darle una verdadera sorpresa! «
Caminaron de puntillas por las calles, riéndose y planeando su broma. Mientras se acercaban a la casa del Sr. Tomaso, Máximo le hizo un gesto a Luis, quien respiró hondo, agarró el borde del contenedor de basura y, con todas sus fuerzas, lo volcó. El choque resonó en la calle.
Inmediatamente, las cortinas de las casas cercanas crujieron y los vecinos miraron conmocionados e incrédulos. La señora Jiménez, una anciana conocida por su jardín impecablemente mantenido, jadeó mientras observaba al trío en acción. Don Patricio, el dueño de la tienda local, salió, escoba en mano, listo para decirles lo que pensaba.
Pero antes de que alguien pudiera intervenir, sucedió algo extraordinario. Máximo, Luis y Joaco de repente se quedaron paralizados, mirando el desastre que habían creado. No esperaban sentirse culpables, pero la vista de la basura esparcida en la calle les hizo darse cuenta de las consecuencias de sus acciones.
En ese momento, Don Tomaso, un ex gendarme, de comportamiento severo, salió de su casa. Sin embargo, no parecía enojado; Parecía decepcionado. «¿Qué están haciendo ustedes, chicos?» preguntó con calma.
Max, luchando por encontrar las palabras, finalmente logró murmurar: «Nosotros… no quisimos hacerlo, Sr. Tomaso. Lo sentimos».
Luis y Joaco asintieron vigorosamente en acuerdo.
El señor Tomaso suspiró y se arrodilló para ayudarlos a limpiar el desorden. Los vecinos observaron con asombro cómo los volcadores de basura, quienes siempre habían sido conocidos por causar problemas, ahora estaban trabajando seriamente para corregir su error.
Mientras limpiaban, el señor Patel se unió y la señora Jiménez trajo una bandeja de galletas para los chicos. Pronto, más vecinos vinieron a echar una mano y la calle quedó limpia en poco tiempo.
Con el contenedor de basura en posición vertical y la calle nuevamente impecable, los Volcadores de Basura y los vecinos se sentaron a charlar. El Sr. Tomaso explicó cómo sus acciones tuvieron consecuencias no sólo para él sino para todo el vecindario. Los chicos escucharon atentamente y se dieron cuenta de que sus acciones afectaban a algo más que a ellos mismos.
A partir de ese día, los Trash Can Tippers se transformaron en los San Cristóbal Helpers. Comenzaron a hacer tareas domésticas para los residentes mayores, ayudaron con proyectos de limpieza de la comunidad y se convirtieron en miembros queridos del vecindario.
Los vecinos, una vez conmocionados, fueron testigos de una transformación notable esa tarde soleada y, al final, no fueron sólo los contenedores de basura los que se pusieron en posición vertical, sino también las vidas de los jóvenes alborotadores.
Falta más de un siglo para conocer si la historia extraída de «Almidón viajando en el Tiempo», de la saga multimedia El Planeta Terto*, es una fantasía o se convertirá una anhelada realidad por los porteños.
*Pendiente de publicarse en Diario 5